24 DE JUNIO

 NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA

Desde la edad de tres años, según la tradición, San Juan se retiró AL DESIERTO. Allí llevó vida sobrehumana, pasando días y noches en oración, descansando poco y alimentándose parcamente. Cuando llegó la hora de manifestarse como Precursor del Mesías, para ser fiel a su vocación, predicó incansable a las multitudes que sin cesar afluían a él, y a todos decía la verdad, sin excluir a los magnates. Los fariseos, los saduceos y los poderosos del país acudían a oír sus discursos y él les reprendía los vicios y les amenazaba con el infierno si no se arrepentían y hacían penitencia. Esta libertad apostólica convirtió a muchísimos pecadores.

Escogido por Dios para bautizar al Redentor y MANIFESTARLE al mundo, confesó públicamente la divinidad de Jesús y preparó los corazones a que recibieran su doctrina. Lo que constituyó la grandeza de este fiel discípulo fue que ni los privilegios de que había sido enriquecido, ni el éxito de su predicación, ni el afán con que las gentes acudían a oír su palabra, lastimaron su humildad ni despertaron en él el más pequeño sentimiento de envidia por la gloria del divino Maestro. Por último, la aureola del MARTIRIO puso el más hermoso florón a su corona, y le confirió un nuevo título de nobleza ante Dios y ante los amigos de Jesús.

Por eso,  no sin motivo dijo el divino Maestro al hablar de Juan: "Sí, ciertamente, yo os lo aseguro, es aún más que profeta, pues él es de quien está escrito: Mira que yo envío delante de ti mi ángel, el cual vaya preparándote el camino. Por lo que os digo: entre los nacidos de mujer, ningún profeta es mayor que Juan Bautista (Luc. 7, 26-28)."

¡Oh Dios mío! ¡Cuán distinta es mi vida de la de tu Precursor! Él te conoció y te amó aun antes de su nacimiento; y yo, en cambio, ¡qué tarde he empezado a amarte y a servirte! Él estuvo animado desde su más tierna infancia del mayor espíritu de penitencia; yo, por el contrario, no acabo de morir a mí mismo para pertenecerte sin reservas, apenas si quiero luchar contra mi loca imaginación; no someto mi razón ni mi rebelde voluntad a tus preceptos y a tus divinas inspiraciones. Por los méritos de Jesús, de María y de San Juan Bautista, te ruego me hagas RECUPERAR el tiempo perdido y VIGILARME interiormente con la mayor atención, porque a cada hora que pasa se va acercando para mí el momento de presentarme ante tu supremo tribunal para rendirte cuentas de mi conducta.

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