8 DE JUNIO

 EL SOL DE LA EUCARISTÍA

Cuando queremos aprovechar la saludable influencia del sol, nos colocamos bajo la acción directa de sus rayos; así las almas, para gozar de la luz y del calor que irradia ese Sol de Justicia, Jesús en la Eucaristía, habrán de colocarse también bajo su acción y rendirle el culto más fervoroso y asiduo. Tomemos, por tanto, la santa costumbre de orar con frecuencia AL PIE DE LOS ALTARES donde reside Jesús. Según San Alfonso, más se adelanta a veces conversando un cuarto de hora con Jesús en la Eucaristía que con todos los ejercicios piadosos que pudieran practicarse durante todo el día. Dios escucha benignamente a cuantos le invocan, sea cual fuere el tiempo o el lugar en que le imploran; pero dice, sin embargo, el bienaventurado Enrique Susón que Jesús otorga con más largueza sus gracias a los que acuden a visitarle en el Santísimo Sacramento. Porque Jesús en la divina Eucaristía quiso reunir en uno solo todos los prodigios de su caridad para con nosotros, y desde ese Sacramento adorable nos llama, como desde trono de amor y de misericordia, para decirnos: "Venid a mí todos, que yo os aliviaré."

Aquellos fieles que en el monte Calvario estuvieron al pie de la Cruz de Cristo, recibieron, sin duda, de modo especial las divinas influencias. De igual manera, los cristianos que en los templos asisten a las INMOLACIÓN del Cordero sin mancha participan más abundantemente de las gracias de la Redención; gracias que se recogen más copiosamente aún, cuando se recibe la Sagrada COMUNIÓN. Como las tinieblas se disipan al aparecer el astro del día, así la oscuridad y las penas del alma fervorosa desaparecen cuando se alimenta del Cuerpo de Jesús. Santa Teresa declara haber experimentado ella misma tan grandes favores.

De la misma manera que el sol es el centro de los astros en el sistema solar, debe ser Jesús el CENTRO DE NUESTROS CORAZONES. Como consecuencia de esto, tomemos las siguientes resoluciones: 1ª orientar hacia el divino Redentor nuestros pensamientos, deseos y afectos; 2ª la víspera de las comuniones leer algún libro de las excelencias del acto que vamos a realizar y nos prepare interiormente para recibir al Señor con más fe, más fervor, más confianza y más piedad. Santa Rosa de Lima, después de comulgar, resplandecía como el mismo sol. También a nosotros, al igual que los santos, si estuviéramos preparados para recibir a Jesús, los rayos brillantes del Sol de Justicia nos transformarían y harían semejantes a él.

¡Oh bondadosos Maestro mío! Si yo fuese dócil a tus divinas inspiraciones y estuviese desprendido de la tierra y no me proeucupara de mis intereses personales; si yo te obedeciera siempre, también me transformarías y me harías semejante a ti. Por intercesión de tu dulcísima Madre, María, te ruego me concedas la gracia de sacar sólido y abundante fruto de las comuniones, de las misas a que asisto y de las visitas que te hago en tu Sacramento de amor.

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