CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 CONDICIONES DE LA CONFIANZA PERFECTA

Si, al igual que los santos, estudiáramos el fondo de corrupción que existe en nosotros, sacaríamos, como ellos, la conclusión de que solo somos tinieblas, malicia, perversidad. El Concilio de Orange nos enseña que "nadie tiene de por sí más que pecado y mentira". Y este conocimiento, en vez de llevarnos a la desesperación, habrá de servirnos, por el contrario, para aumentar nuestra confianza en Dios.

Si dijéramos A UN NIÑO cuyos padres se encontraran en la opulencia: "Eres pequeño, débil, no puedes trabajar para ganar tu sustento ni tampoco para vestirte; además, no sabes nada: ¿Cómo podrás defenderte?" ¿Qué nos respondería este niño? ¿Se desconsolaría al pensar en su impotencia? No, sino que nos contestaría con sencillez: "Mis padres me lo darán todo, no me faltará nada, tendré lo que quiera, porque ellos tienen muchas cosas y además me quieren muchísimo."

De esta manera debería hablar toda alma, aunque se sintiera LA MÁS IMPOTENTE de las criaturas: "Estoy envuelta en tinieblas, padezco tentaciones contra la fe, la esperanza y las demás virtudes. Una aridez desoladora se ha apoderado de mi corazón: ya no puedo rezar, ni meditar; todo me cuesta trabajo, y a veces me encuentro en peligro de pecar mortalmente, porque mi voluntad es tan débil, que apenas le falta nada para caer en la tentación. Pero ¿acaso el Señor no es la luz de mi alma, mi fuerza y mi esperanza? ¿No estoy, al estar con Dios, más segura, aun privada de todo apoyo sensible, que cuando me encuentro sola en medio de todos los consuelos? Así debiéramos razonar cuando estamos desolados, angustiados por las penas y combatidos por las tentaciones... Y, sin embargo, ¡cuántas veces decimos entonces: "Dios me ha abandonado"!

¡Dios mío! ¿Cómo habré podido decir eso cuanto tú jamás abandonas a nadie? No permitas que te haga la injuria de dudar de tu fidelidad, porque no existe, ni en el cielo ni en la tierra, amigo alguno tan abnegado como tú; pero tú eres más que un amigo : tú eres el Padre más amante de los padres, pues tu caridad no tiene límites, y cuando haces pasar a tus hijos por las aguas de la tribulación, es solo para purificarlos y santificarlos como en un nuevo bautismo, y así hacerlos dignos de la gloria de los escogidos. Por los méritos de Jesús y de María, hazme cumplir fielmente estas RESOLUCIONES: 1ª rechazar inmediatamente cualquier pensamiento o sentimiento de desconfianza o desaliento; 2º contar únicamente con la ayuda de la oración y de tu socorro divino, siempre que tenga que resistir los embates de la tentación o que sufrir las penas de esta vida miserable.

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