MIÉRCOLES DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 EL PADRENUESTRO

Si meditamos con seriedad y apreciamos el valor de estos tres grandes bienes, la gloria, la gracia y la voluntad de Dios, bienes que pedimos en las tres primeras peticiones de la Oración Dominical, pondremos en ello nuestro corazón, y esto será para nosotros como una fuente de santos pensamientos y de SENTIMIENTOS NOBLES y desinteresados. En vez de buscarnos a nosotros mismo, y lo que halaga al amor propio y los sentidos, desearemos únicamente, como los ángeles y los santos, la ventaja inapreciable de glorificar al Padre celestial, de vivir íntimamente unidos a él y de doblegarnos con alegría a su divino beneplácito. Teniendo así elevada el alma, por el amor de bienes tan sublimes, no nos impresionaríamos ni inquietaríamos por los acontecimientos del mundo porque en ellos consideraríamos la gloria, la gracia y la voluntad del Señor, lo que nos traería la paz en todos los azares de la vida aun pasando por las privaciones más sensibles.

De esta manera se consolaban los santos cuando eran probados por la humillación, las enfermedades, la indigencia y las adversidades. Cuántos recursos tendríamos nosotros si, lo mismo que ellos, amáramos por encima de todo a Dios nuestro Padre y nos preocupáramos de sus intereses infinitamente estimables. Si nuestros deseos se redujeran a uno solo y éste fuera el de GLORIFICAR a Dios nuestro Señor, la vanidad no podría nunca adueñarse de nosotros ni las afrentas podrían turbarnos. Si supiéramos estimar y amar las riquezas inapreciables de la GRACIA SANTIFICANTE, que es vida, amor y reino de Dios en nosotros, ni los reveses de fortuna, ni las desgracias ni las arideces espirituales podrían jamás hacernos desmayar. Nunca nos impacientaríamos a pesar de las contradicciones y contrariedades si el BENEPLÁCITO del Señor fuera el único objeto de todos nuestros pensamientos y afectos. "Aquel que quiera someterse a Dios en todas las cosas, dice San Vicente de Paúl, puede estar seguro de que cuanto puedan decir o hacer contra él redundará siempre en beneficio suyo." Porque la conformidad con la voluntad divina convierte el mal en bien, o saca el bien del mismo mal.

¡Dios mío y Padre mío! A ejemplo de tu divino Hijo Jesucristo y de la Bienaventurada Virgen María, quiero trabajar siempre por la GLORIA de tu Santo Nombre, por que se establezca tu reino divino en las almas y por cumplir sumisa y obedientemente los DEBERES que me has impuesto. Hazme cumplir con fidelidad estas RESOLUCIONES: 1ª evitar cuidadosamente toda culpa deliberada y desterrar las intenciones no del todo rectas; 2ª arrancar del corazón todo afecto que me desvíe de tu amor; 3ª vencer toda oposición de la propia voluntad, para cumplir por encima de todo y hasta en los más pequeños detalles tu Voluntad divina.

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