11 DE JULIO

 LA OBEDIENCIA CIEGA

El primer medio para obedecer ciegamente es considerar con frecuencia el daño que hacemos a nuestra alma con la insubordinación de juicio, porque con ella nos hacemos extraordinariamente difícil la práctica de la obediencia, y con frecuencia le quitamos todo el mérito. Cuando el demonio quiso tentar a nuestros primeros padres, empezó por preguntar a Eva por qué Dios les había prohibido comer de todos los frutos del paraíso. Eva, en vez de rehuir la discusión, se puso a razonar con el enemigo, causando así su propia ruina y la nuestra. -¡Cuántas veces por nuestras críticas y observaciones somos causa de muchas dificultades y repugnancias, que nos hacen penoso y difícil el suave yugo de la obediencia!

Otro medio para obligar a nuestro espíritu a someterse con sencillez es tener siempre ante los ojos el EJEMPLO de Jesús. ¿Podríamos no obedecer con el abandono de un niño si recordáramos que el Verbo encarnado practicó la obediencia en Belén, en Egipto, en Nazaret, en el Pretorio, en el Calvario y en la Eucaristía? Jesús jamás contradijo a la autoridad legítima, y fue el más perfecto modelo de obediencia, pues constantemente estuvo sumiso, como si fuera niño y ciego.

Nosotros, que NOS CONCEPTUAMOS a veces por más avisados que nuestros Superiores, no seremos aprobados por Jesucristo, si, obrando contra su doctrina y ejemplos, nos atrevemos a desaprobar las órdenes prescritas en vez de cumplirlas. Nuestro divino Maestro dijo: "No puedo yo de mí mismo hacer cosa alguna. Yo sentencio según oigo de mi Padre; y mi sentencia es justa, porque no pretendo hacer mi voluntad, sino la de aquél que me ha enviado (Jn. 5, 30)." Con lo cual nos dio a entender que cumplía lo que le era ordenado, sin hacerlo pasar por el tamiz del examen humano. Obremos nosotros del mismo modo, sin tener para nada en cuenta las objeciones de la razón.

¡Oh Jesús obediente! Las órdenes que en tu nombre nos son dadas, son como una antorcha que ilumina nuestros pasos (Prov. 6, 23). Luego nada es tan sabio, ni tan perfecto, ni tan meritorio como la ejecución de las mismas. Concédeme, te lo ruego, la gracia de obedecer de ahora en adelante sin prestar oídos a los prejuicios de la prudencia humana, porque la verdadera prudencia que nunca nos engaña es la prudencia que se encierra en la obediencia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)