14 DE JULIO

 SAN BUENAVENTURA, DOCTOR DE LA IGLESIA

Jesús es el Verbo divino que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. El medio más seguro para ser iluminado y santificado es unirse a él, como  hizo San Buenaventura. Aseguraba este amable Santo que había adquirido toda su ciencia en las llagas DEL CRUCIFIJO. Meditar acerca de la Pasión era, según él, la mayor sabiduría. En esta meditación encontraba él la perfección de la justicia, la plenitud de la ciencia, méritos abundantísimos y tesoros de salvación. Las ocupaciones exteriores no pudieron jamás arrebatarle la presencia de su divino Maestro; siempre le tenía presente ante los ojos del espíritu para imitar en todo sus ejemplos.

Recibidas las sagrada órdenes, ¡con cuánto amor ofrecía la augusta Víctima del Altar y permanecía unido a ella! "La Comunión, decía, nos reporta inmensas ventajas, perdona los pecados, debilita la concupiscencia, ilumina el espíritu, alimenta el alma, nos icorpora a Jesús y a su cuerpo místico, nos afirma en la virtud; nos da fuerzas contra el demonio, nos hace creer con certeza inconmovible las verdades de la fe, aumenta nuestra esperanza y nos inflama en la caridad."

Su devoción al CELEBRAR los santos misterios se manifestaba con lágrimas abundantes, conservando en su alma tan santas impresiones durante todo el día. En su lecho de muerte, afligido porque la enfermedad no le permitía recibir el santo Viático, quiso que acercaran a su pecho la Hostia Sagrada, para poder sentir sus efectos saludables, y prodigiosamente la Hostia, escapándose de las manos del sacerdote, se colocó sobre el corazón del moribundo, penetrando en él e imprimiendo por unos instantes sobre su pecho las huellas sensibles de su paso. El moribundo, sacudido de júbilo, prorrumpió en acciones de gracias y expiró en el dulcísimo abrazo de su Señor.

¿Por qué no hemos de MORIR así también nosotros? Hagámonos dignos de semejante favor por nuestra devoción tierna y ferviente hacia Jesús, paciente e inmolado en el altar.

¡Oh Salvador mío, Luz del mundo y Foco de amor divino! Dígnate iluminarme con el recuerdo de la Pasión y la Eucaristía. Por intercesión de María Auxiliadora y de San Buenaventura, concédeme, te ruego, FE VIVÍSIMA en estos misterios y sumo cuidado en MEDITAR acerca de ellos, a fin de recoger abundantes frutos de santificación para mí y para el prójimo.

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