3 DE JULIO

 OBLIGACIÓN DE SOMETERNOS A DIOS

Nuestra voluntad es ciega y caprichosa: quiere mandar sin razón y contra toda razón, obstinándose en sus sentimientos. A veces obra por instinto, por inclinación, y cuando sigue los verdaderos principios es inconstante y no puede discernir con claridad en qué consiste su verdadero bien. De modo totalmente diferente acontece con la VOLUNTAD DIVINA, que es la sabiduría misma, eterna, infinita, todopoderosa, santísima y amabilísima. Sol de las inteligencias, Dios es la fuente de toda luz, y fuera de él solo existen tinieblas espesísimas. Conocedor del lazo que une el pasado con el presente y el futuro, con cuánta prudencia y justicia combina los acontecimientos para que redunde en bien. ¿Por qué nos quejamos entonces de las disposiciones de su Providencia y dudamos abandonarnos a su bondad? Estimemos y amemos la acción de Dios sobre nosotros, porque nada existe ni más justo, ni mejor ordenado ni más conveniente a nuestra salvación.

San Francisco de Sales tenía tan hondamente grabado en su corazón el respeto a esta verdad, que jamás se le oyó decir: "Hace demasiado frío, hace, demasiado calor", y otras expresiones semejantes por las que pudiera sobreentenderse una crítica al gobierno de la Providencia. A la sierva de Dios María Díaz, que se quejaba ante el Santísimo Sacramento del frío en un invierno crudísimo, Jesús le dijo: "Soy yo quien dispone esto, y ¿tú te atreves a quejarte?" Recordándonos estas palabras aquellas del rey David: "Enmudecí y no abrí mi boca, porque todo lo hacías tú (Salmo 38, 10)", tú, cuyas obras son perfectas.

Tomemos la BUENA COSTUMBRE de someternos sin razonamientos a las disposiciones divinas en todos los acontecimientos. Si no cae un solo cabello de la cabeza sin permiso de Dios, ¿cómo nos atrevemos a criticar lo que nos ocurre, lo que nos mandan y es contrario a nuestras ideas? ¿No es acaso la Sabiduría divina quien todo lo dispone y organiza? Las críticas contra tales órdenes o decisiones de nuestros superiores, ¿no hieren en lo vivo a nuestro mismo Creador?

¡Oh adorable Maestro mío! Los libros santos me lo aseguran: las murmuraciones contra los que legítimamente nos gobiernan van dirigidas a ti, primera fuente de toda autoridad. Por intercesión de la Santísima Virgen, siempre dócil y sumisa, concédeme vencer siempre mis repugnancias para obedecer y resignarme en todas las pruebas que quieras enviarme.

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