30 DE JULIO

 DE LA ORACIÓN POR LOS AGONIZANTES

No existen seres más dignos de nuestro interés que los moribundos a punto de comparecer ante Dios. Para ellos se decide en esos momentos la eternidad. Serán felices para siempre, o para siempre serán desgraciados. Su sentencia puede quizá depender de nuestras oraciones. ¡Qué acto de CARIDAD tan grande haríamos si nos ocupáramos de su salvación! A veces agotados por la enfermedad, ni siquiera pueden rezar. Y muchos de ellos, en estado de pecado, saben que son dignos de las penas del infierno. ¡Cuánto debiera animarnos esto a ayudarles en tan extrema necesidad!

Cuando hacemos una gran limosna a pobres que se mueren de hambre, pensamos, con razón, que hemos hecho un acto MUY MERITORIO. Mucho más meritorio será todavía librar de una ruina total y sin remedio a los infortunados moribundos, alcanzándoles además una bienaventuranza, que está muy por encima de toda felicidad terrena. Una sola oración jaculatoria, dicha con fervor por ellos, puede preservarlos de todos los males a la vez y ponerlos en posesión de todos los bienes. Si rezamos por ellos, nuestra oración será la más eficaz de todas; ninguna obra de caridad podrá nunca surtir en tan poco tiempo y con tanta facilidad efectos tan saludables. Nuestras oraciones pueden obtener que se muevan a contrición perfecta muchas almas que hubieran perecido, y que, gracias a ellas, gozarán para siempre de una completa felicidad.

Las almas que de este modo se hayan salvado ¡con cuánto ardor RECOMENDARÁN al Señor los fieles caritativos que tan inestimable favor les obtuvieron! ¡Con cuánta eficacia les asistirán en la hora de la muerte! Luego, si verdaderamente nos importa la salvación de los pecadores redimidos por Jesucristo, aprovechemos de este precioso medio para arrebatarnos al poder tiránico de Satán. Su conversión en el último momento será DURADERA y su suerte eterna dejará de correr peligro, como, al contrario, ocurre con aquellos que volvieron al buen camino y gozan de perfecta salud. Esta caritativa empresa es muy sencilla y está al alcance de todos; ¿por qué no habríamos de acometerla?

¡Oh Jesús!, infúndeme gran compasión hacia los pobres moribundos. Quiero con mis oraciones ayudarles a conquistar el cielo, y para lograrlo tomo las siguientes RESOLUCIONES: 1ª aplicarles una parte de mis prácticas piadosas; 2ª encomendar diariamente a tu Corazón, agonizante en el Huerto de los Olivos y en el madero de la Cruz, todos los agonizantes

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