1 DE AGOSTO

 HUMILDAD DE JESÚS

Si queremos poseer humildad sincera y semejante a la de Jesús habremos ante todo de penetrarnos del conocimiento de Dios y de nosotros mismos. Digamos, por tanto, con frecuencia dede el fondo del corazón: Dios es la Sabiduría, el Poder, la Majestad, la Riqueza, la Santidad por esencia, y yo soy la ignorancia, la debilidad, la bajeza, la pobreza y la corrupción. Soy capaz de cometer los mayores crímenes; he merecido por mis pecados los más horribles castigos, y por mi ingratitud soy digno de las penas del infierno.

TANTAS GRACIAS como de Dios he recibido no han sido suficinetes para librarme de mis miserias. ¿Qué sería de mí si dependiera de mi mismo y me entregara a mis locas pasiones? Miherencia sería un sinnúmero de pecados e inclinaciones peligrosísimas, que sin cesar se irían multiplicando. Y a pesar de esto, me atrevo a sentir aprecio por mí, me lleno de orgullo cuando soy alabado, me irrito sime vituperan, y, en mi locura, me atribuyo lo que Dios ha querido hacer por mí, en mí y para mí. ¡Cómo debiera avergonzarme de mi ceguera! Y, sin embargo, sigo ofendiendo al Señor, me resisto a él, le quito su gloria... ¡Qué incomprensible es mi conducta!

¡Oh Jesús mío! Quisiera que mis ojos fueran fuentes de LÁGRIMAS, para llorar las culpas que he cometido por presunción, vanidad, propia estimación y suficiencia. Concédeme el conocimiento de tus grandezas y de tus adorables perfecciones; infunde en mí la humildad que hizo a tu corazón abrazarse con toda clase de orpobios y desprecios. Dame las fuerzas que necesito para recibir con PAZ, y aun agradecido, todo cuanto pueda avergonzarme o herir mi apor propio; porque quienes me afrentan me hacen un gran servicio; curarme de mi orgullo y de mis vanas pretensiones, que son para mí fuentesfecundas de muchos males. ¡Oh María!, por el corazón humildísimo de tu adorable Hijo, dame fuerzas para convertir en humildad, según la expresión de San Bernardo, todas las humillacines de esta vida. Para alcanzarlo tomo las siguientes RESOLUCIONES: 1ª orar, guardar silencio y resignarme siempre que me insulten, calumnien o toquen mi puntillo de honor; 2ª recordar con frecuencia estas palabras de San Alfonso 

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