18 DE AGOSTO

 SANTA ELENA

Santa Elena, madre del emperador Constantino, compartió con su hijo la gloria de establecer y reconocer el Cristianismo por todo el imperio romano, después de tres siglos de sangrientas persecuciones. SU FE y SU CELO fueron incomparables; olvidando la dignidad, gustaba pasar inadvertida entre el pueblo que acudía a las iglesias para asistir a los oficios divinos. Ponía toda su felicidad en unirse a las oraciones y ceremonias del culto y en encender en los corazones de los nuevos cristianos el fuego que en suyo ardía. Dueña de las riquezas del imperio, las empleaba en aliviar a los desgraciados y  en edificar iglesias, que luego dotaba de ornamentos y de vasos sagrados.

Deseosa de descubrir el madero de la VERDADERA CRUZ, el más precioso de todos los tesoros, ya en una edad muy avanzada, quiso realizar esta empresa. ¡Cuánta fue su alegría al hallarla, después de tantas fatigas, oculta cerca del Santo Sepulcro! Su alegría culminó al ver los dos milagros portentosos que se realizaron solo al contacto del sagrado madero: la curación repentina de una enferma y la resurrección de un muerto. ¡Oh Cruz santa, esperanza de los cristianos, de esta manera nos recuerdas los misterios de nuestra espiritual restauración, que devuelven la vida y la salud al alma y nos abren las puertas de la eterna bienaventuranza!

¿Estamos animados, como Santa Elena, de una fe viva y del celo de la casa del Señor? La FE debiera recordarnos sin cesar, como a esta santa, la majestad de nuestra augusta religión, la verdad de su doctrina y la necesidad de trabajar en la obra de nuestra slavación si queremos librarnos de los suplicios eternos. -El CELO, que nace de la fe y de la caridad, habrá de inspirarnos tierna compasión por los desgraciados pecdores que corren hacia el abismo de la perdición. Ya que no dudamos socorrer al hombre que vemos en peligro de muerte temporal, no dejemos que perezcan tantas almas expuestas a morir eternamente.

¡Oh divino Redentor mío! Por intercesión de Santa Elena, concédem la gracia de meditar noche y día acerca de lo que has querido HACER Y PADECER por las almas, y sobre todo por la mía. Concédeme gran deseo de santificarme y firme voluntad de poner en camino de salvación, por lo menos con mis oraciones, a todos aquellos que me han sido confiados por tu providencia divina.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)