19 DE AGOSTO

 EL CRUCIFIJO

Santa Clara decía un día a sus monjas: "El Crucifijo es el espejo inmaculado en que debéis MIRAROS SIN CESAR para adornaros por dentro y por fuera con las más versas flores de las virtudes, y para revestiros con las galas propias de hijas y esposas del Rey altísimo." Todos los días contemplaba esta santa a Jesús crucificado, y a su vista notaba cómo nacía en ella un amor insaciable a la pobreza, a los desprecios, al sufrimiento y a la penitencia. En el Crucifijo vemos, efectivamente, reflejarse la doctrina y el ejemplo de Jesús: La DOCTRINA, porque trae a nuestra imaginación el espectáculo de los tormentos del Salvador, las austeras enseñanzas del Evangelio acerca de la abnegación, de la paciencia, del perdón de las injurias y del camino estrecho de la mortificación de los sentidos y de todas las pasiones. Y el EJEMPLO de las virtudes del Señor, por él practicadas en el sufrimiento, que nos hacen ver con mayor claridad aun los rasgos de la verdadera santidad. ¡Qué amable es la humildad cuando se la contempla personificada en el Dios de amor, que quiso beber hasta las heces el cáliz de los oprobios! Y ¡qué encanto tiene la obediencia cuando se la ve practicada por aquél que, siendo Señor del universo, no dudó en someterse a sus verdugos! La dulzura de Cristo atormentado, su constancia invencible en el cruel suplicio de la Cruz, su oración constante a pesar de las angustias de su muerte dolorosa, todo en él debiera persuadirnos, arrastrarnos a seguir sus huellas.

Ángeles del cielo, acudid todos a admirar con nosotros al Espejo inmaculado del Dios de majestad, en el cual se reflejan con toda claridad las perfecciones divinas. En la creación las vemos como encubiertas con un velo; pero en el creador moribundo deslumbran todas las miradas. El espectáculo de su majestad soberana envilecida, de sus grandezas rebajadas, de su poder anonadado, de su inocencia, injustamente oprimida, de su sabiduría mofada y de su caridad sin límites indignamente desconocida; este espectáculo revela clarísimamente la sublimidad de las virtudes de Jesús crucificado. Si el justo, que moría víctima de la calumnia, era a los ojos de la antigüedad pagana el colmo de la BELLEZA MORAL, ¿Qué diremos nosotros del Justo por excelencia, que expiró de puro dolor y sin exhalar una queja bajo los golpes inicuos de sus ingratas criaturas?

¡Oh Jesús mío, Jesús mío crucificado! Quiero contemplar con frecuencia en la imagen del Crucifijo la belleza incomparable de la perfección evangélica. Allí, como en un espejo, veré reflejarse los encantos de tu profunda y generosa HUMILDAD, los poderosos atractivos de tu MANSEDUMBRE, siempre tan apacible y resignada y el noble desinterés de tu CARIDAD sin límites, que se sacrificó por nuestra salvación. ¡Ah!, por intercesión de tu dulcísima Madre, que, llena de amor y compasión, te asistió en las últimas angustias, enséñame a meditar acerca de los ejemplos de virtud que nos has dado, porque esos ejemplos de divina virtud han iluminado y santificado a millones de almas desde la hora de tu muerte en el Calvario.

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