20 DE AGOSTO

 SAN BERNARDO

No solo supo San Bernardo mantener el fervor religioso entre sus seiscientos monjes, sino que además se multiplicó hasta el punto de prestar a la cristiandad los más eminentes servicios. Durante aquella época fundó sesenta MONASTERIOS DE SU ORDEN, los que, por la observancia y el número de religiosos, rivalizaban con el primer monasterio que edificó, que fue el de Claraval. La debilidad de su cuerpo, extenuado por la penitencia, no le impidió emprender largos viajes para combatir herejías, presidir concilios, extinguir cismas, pacificar reinos y sofocar guerras entre soberanos.

¡Cuántas veces fue llamado a DEFENDER LA IGLESIA y a su Pontífice! Consejero de Papas, de Obispos y de reyes, combatía el vicio, sostenía la virtud, mantenía siempre el orden y ponía paz entre todos. Era como el médico que curaba todos los males y el árbitro universal a quien se dirigían todos los que estaban oprimidos por la fuerza y la injusticia.

Y ¿Cómo pudo hacer frente a tantos asuntos, soportar tantos trabajos, él, siempre doliente y siempre tan ocupado en predicar y escribir? ¿Cómo pudo corregir a los grandes, consolar a los humildes, gobernar sus monasterios, armar a toda Europa contra los infieles, en una palabra, cómo pudo ocuparse de misiones tan difíciles y tan importantes? esto es, sin duda, un misterio que solo su INTIMA UNIÓN con Dios podría explicarnos. Humilde, mortificado, siempre pendiente de la gracia, no obraba nunca solo, porque el Señor obraba en él y con él. Y ¡cuántos prodigios pueden realizarse en semejantes condiciones! Por eso, además de todos sus trabajos, Bernardo sanaba a los enfermos, lanzaba los demonios y penetraba los secretos de los corazones. Fue verdaderamente la gloria y el modelo de su siglo.

Si no estuviéramos tan APEGADOS  a la tierra y a nosotros mismos; si viviéramos más estrecha y constantemente UNIDOS a Dios, cuánto bien haríamos a nuestras almas y a nuestro alrededor, y cuánto poder tendrían nuestras oraciones cerca de Dios, lo mismo para nosotros que para los demás.

¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!, haz que tenga la misma confianza que en ti tuvo San Bernardo. Alcánzame todo lo que él alcanzó por tu poderosa intercesión, es decir, la UNIÓN más estrecha con el soberano Bien, en quien se encuentran reunidos todos los tesoros de la sabiduría y de la santidad. Hazme, te lo ruego, depender en todo de Jesús, de sus luces y de su gracia.

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