22 AGOSTO

 CONOCIMIENTO DE DIOS Y DE SÍ MISMO

En una ocasión dijo el Señor a Santa Catalina de Sena: "Hija mía, piensa en mí; si así lo hicieras, yo pensaré sin cesar en ti." Si nada somos y si Dios lo es todo, ¿no debemos OLVIDARNOS para pensar en él sin cesar? El Señor, a su vez, se acordará siempre de nosotros; nos iluminará, nos protegerá, nos defenderá contra nuestros enemigos y nos guiará con su gracia por los senderos de la virtud.

Decía Santa Catalina: "En cuanto pertenecemos a Dios por el bautismo, y sobre todo al profesar en religión, no tenemos que INQUIETARNOS por nosotros, sino poner únicamente nuestro afán en agradar al Señor. El alma que se da cuenta de su propia nada y sabe que todo su bien reside en el Creador,  debe abandonarse y abismarse de modo perfecto en Dios, para que toda su actividad se dirija a él y se ejerza en él. ¿Y cómo podría salir de ese círculo donde encontró la perfección de la felicidad? El alma ya nada debe ver que no sea en Dios, ni se acordará de sí misma ni de las criaturas si no es acordándose de Dios solo." ¡Qué dichosas las almas que ponen en práctica la doctrina de Santa Catalina de Sena y que, por tanto, no tienen deseos que no se refieran a Dios ni hacen nada que no sea por Dios o para cumplir su divina voluntad!

¿Vivimos así sujetos y abandonados  en las manos del Señor? ¿VEMOS EN ÉL TODAS LAS CRIATURAS y su beneplácito en todos los acontecimientos? Como la luz del sol ilumina la atmósfera y nos permite contemplar la naturaleza, así la luz de la fe debía mostrarnos a Dios, atmósfera de las almas, y en él todo cuanto ha creado. Entonces lo amaríamos a él solo y sería el único objeto de nuestros pensamientos, intenciones y afectos, no solamente en sí, sino también en sus criaturas. -Esta es la práctica por excelencia que habría de vivificar nuestra vida interior.

¡Oh Jesús! Tuyo soy, puesto que me creaste y redimiste. Concédeme la gracia de respetar tu SOBERANO DOMINIO sobre mi mente, sobre mi corazón, sobre mi ser y mi vida. Tus derechos sobre mí son absolutos e infinitos; haz que me someta por entero y sin reservas a tus preceptos. Por intercesión de María, tu dulcísima Madre, concédeme las siguientes gracias: 1ª anonadarme con frecuencia en tu presencia adorable; 2ª no contar conmigo mismo para practicar las virtudes, sino solo con la ayuda de la ORACIÓN Y DE TU SOCORRO DIVINO.

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