24 DE AGOSTO

 SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL

Polimio, rey de Armenia, admirado de la milagrosa curación de su hija, ofreció riquísimos regalos al apóstol S. Bartolomé; pero él los rehusó y rogó al rey que se hiciera digno de recibir los tesoros eternos. "Para convenceros de la verdad del Evangelio añadió, yo se la haré confesar al ídolo Astarot." Polimio aceptó su proposición, y con él se dirigió al templo, donde el apóstol obligó al demonio a declarar que era tan solo un impostor. Depués le ordenó solemnemente que destruyera todos los ídolos del templo y lo abandonara para siempre. El demonio obedeció inmediatamente, y el derrumbamiento de los ídolos hizo tal impresión en el rey y la gente de la capital, que se convirtieron a Cristo y pidieron ser bautizados. Doce ciudades del reino siguieron este ejemplo, y San Bartolomé tuvo la dicha de instruirlas él mismo, de regenerarlas y de darles sacerdotes.

Pero ésta fue la causa principal de su martirio. Detenido por el hermano del rey que reinaba en una parte del país, el santo apóstol, víctima de la barbarie de aquellas gentes, fue desollado vivo de los pies a la cabeza, y por último decapitado. Su muerte fue tan gloriosa como cruel; por ella consiguió este atleta de Cristo la corona que Dios tiene reservada para sus más fieles amigos.

También seremos nosotros recompensados según la generosidad que demostremos en vencernos y en sacudir el yugo de las pasiones. Estas son las cadenas con que el demonio nos ata y arrastra al pecado; cuanto más las mortifiquemos, menos imperio tendrá el infierno sobre nosotros. ¿Cómo, en efecto, podremos ser esclavos del orgullo, de la impaciencia, de la ira, de la avaricia y de la envida si cumplidamente procuramos arrancar estos vicios de nuestro corazón? ¿Quién podría arrebatarnos los lirios de la pureza, si los rodeamos con las espinas de la desconfianza en nosotros mismo, de la modestia en las miradas, de la templanza, de la confianza en Dios? Tomemos, pues, las siguientes resoluciones: 1ª vigilar nuestros sentidos, pensamientos y afectos; 2ª ordenar nuestra vida interior, practicando la mortificación y el recogimiento: obrando de esta manera podremos estar seguros de que seremos invencibles contra los demonios.

¡Dios mío! Como San Bartolomé fue despojado de la piel al ser desollado vivo, despójame tú del hombre viejo, de sus máximas y de sus perversas inclinaciones. Quiero desde ahora renunciarme y vencerme, sobre todo cuando tenga que realizar algún deber penoso. Hazme recurrir entonces a Jesús y a María para que así pueda alcanzar siempre la victoria.


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