26 DE AGOSTO

 EL CÁNTICO DE LOS ÁNGELES

En la noche de Navidad, dice San Bernardo, los ángeles hicieron una PARTICIÓN  de bienes entre Dios y nosotros; la gloria pertenece al Señor, y si se la rendimos, la paz será para nosotros. efectivamente, el más excelente medio para gozar de una paz profunda es vivir de acuerdo con Dios y sin apropiarnos lo que es suyo es decir: su honor.

El orgulloso, dice San Alfonso, es un ciego, un mentiroso y un ladrón. Es un CIEGO, porque camina entre las tinieblas de su propia estimación, siendo como es una nada vil y despreciable; es un MENTIROSO que se cree rico, mientras el Espíritu Santo dice de él que es "un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo (Apoc. 3, 17); y un LADRÓN, porque roba a Dios su gloria, precioso tesoro, reservado al Señor, como están reservados a los reyes los florones de la corona, símbolo de soberanía.

En SEMEJANTES CONDICIONES, ¿Cómo podría poseer la paz, de la que Dios es único autor, el corazón prendado de sí mismo? "¿Quién jamás le resistió que quedase en paz?", podemos preguntar con el santo Job (Job 9, 4). Y, por el contrario, cuánto gozan aquéllos que se SOMETEN a él rendidos de corazón. si suprimimos las vidriosidades del amor propio, las quimeras y temores de la vanidad, las angustias de la hipocresía, el afán de agradar, las preocupaciones de la ambición, que solo piensa en amontonar bienes y honores, y la tristeza negra y mortal de la envidia, nos haremos cargo de la paz interior que nace de la humildad.

Luego, si queremos disfrutar de la tranquilidad prometida por los ángeles a los hombres de buena voluntad, estudiémonos a nosotros mismos y no nos ATRIBUYAMOS lo que nos viene de Dios. El nos concede el uso, la utilidad, el mérito de sus dones y la felicidad que de ellos dimana, pero  nunca nos cederá el honor que por esos mismos le es debido. nada puede ser ni más justo ni más ventajoso que esto para nosotros. Por tanto, ¿seremos capaces de perder a la vez los favores divinos, la tranquilidad del alma y la recompensa eterna, por un poco de humo que se llama fama por dudosas alabanzas o vanas complacencias?

¡Oh Jesús, oh María! Desde ahora quiero repetiros con frecuencia estas palabras de Santa Catalina de Sena: "¡No, jamás la vanagloria, pero sí siempre la verdadera gloria y el honor de mi Dios!" Concededme la gracia de poder entonar, lo mismo con palabras que con hechos, el jubiloso cántico de los ángeles: "Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad." Es decir, paz a los hombres rectos y amados del Señor que fielmente le rinden todo cuanto le es debido.

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