4 DE AGOSTO

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

 Purificado y santificado por la penitencia y la oración, Santo Domingo estaba admirablemente dispuesto para predicar el reino de Dios. Dócil instrumento del Espíritu Santo, ¡CUÁNTAS MARAVILLAS obró! El milagro le acompañaba a todas partes, y las conversiones eran tan numerosas que se contaban por millares, lo mismo entre infieles que entre cristianos. Los herejes albigenses estimularon su celo de manera especial, aunque se le resistieron durante bastante tiempo. Ante esta dureza, Domingo se afligía. Pero pronto fue consolado por la Reina de los Cielos.

Un día que la estaba invocando, se le apareció y le dijo: "Habiendo sido el Avemaría principio de la Redención del mundo, será también la fuente de la conversión de los herejes." Luego recomendó a su siervo que predicara la DEVOCIÓN AL ROSARIO, Santo Domingo así lo hizo. En vez de discutir los puntos controvertidos, explicó los quince misterios del Rosario, haciendo resaltar en ellos las grandezas y la bondad de la Madre de la Misericordia. Animó a todos para que acudieran a ella con confianza, y en su honor rezaran el Rosario.- Sus sermones tuvieron éxito prodigioso: en poco años, más de cien mil herejes se convirtieron y alrededor de unos cinco millones de personas abrazaron la nueva devoción. ¡Qué admirable es el poder de María,y qué grande la docilidad de su siervo!

Además, bajo la protección de la divina Madre, Santo Domingo fundó la ORDEN ILUSTRE DE PREDICADORES, que ha dado a la Iglesia tantos Pontífices, tantos Mártires, tantos Santos, tantos Doctores y tantos celosos propagandistas de la fe católica y del culto a María Santísima. -He aquí lo que puede un alma cuando se somete a la moción del Espíritu Santo y es fiel en invocar a la Dispensadora de los dones celestiales.

¿Nos damos cuenta de cómo se enfría el fervor de nuestra alma cuando descuidamos las prácticas de devoción en honor de la Reina de los Santos? Seamos desde ahora más constantes en invocarla y en mortificarnos, sobre todo los sábados y las vigilias de sus fiestas.

¡Oh Virgen bienaventurada! En ti tengo puesta, después de Dios, toda mi esperanza. Por intercesión de tu siervo Santo Domingo de Guzmán, concédeme las siguientes gracias: 1ª huir cuidadosamente de toda negligencia en el culto filial que te debo, como a mi Reina y madre amadísima; 2ª invocarte con frecuencia, sobre todo en las penas, en las luchas y en las dificultades; 3ª rezar el Rosario con amor, meditando sus misterios, en los que nos ofreces el modelo de tus virtudes.



















































































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