7 DE AGOSTO

 LA HUMILDAD ES LA PUERTA DEL CIELO

San Bernardo llama a la humildad FUNDAMENTO de todas las virtudes. Un edificio que no tenga fundamento sólido será siempre inestable. el hombre que fundó su casa sobre piedra, dijo el divino Maestro, obró cuerdamente, porque resistirá a las lluvias, a los vientos de las persecuciones y de las tentaciones; pero el que la fabricó sobre arena fue un loco, pues se expuso a que tarde o temprano fuera grande su ruina (Mt. 7, 24). Según Ricardo de San Víctor, el hombre verdaderamente humilde edifica sobre la roca de la verdad por el conocimiento de su propia nada; el soberbio, por el contrario, edifica sobre las arenas movedizas de la mentira o del desconocimiento de si mismo. Luego no puede existir sólida virtud sin humildad.

Tampoco sin humildad es posible virtud DURADERA. Porque, como dice San Bernardo, la humildad es también la GUARDIANA de todas las virtudes. Aquél que amontona méritos sin atribuir a Dios la gloria de ellos, tira polvo al viento de la vanidad, que todo lo disipa, y se hace culpable a los ojos del Juez soberano. Esta es la manera de pensar de San Gregorio. Ya que todo mérito es nulo si falta la humildad, se desprende que esta virtud es la que nos abre las PUERTAS DEL CIELO.

Dice San Agustín y repetía San José de Calasanz: la humildad es la MEDIDA DE NUESTRA SANTIDAD. "¿Queréis ser santos?, dice, sed humildes; ¿queréis ser muy santos?, sed muy humildes." De aquí proviene la costumbre, que tienen los siervos de Dios y los directores de conciencia, de probar por la humillación a las almas cuya virtud quieren conocer. La verdadera humildad es la prueba más solida de que un sacerdote, un religioso, un cristiano, está animado del espíritu de Dios, que es un espíritu de verdad, de renunciamiento, de obediencia y de sumisión sin reservas al beneplácito divino.

Por eso el alma que trabaja sin tregua en despreciarse y estimar solo a Dios, en desconfiar de sí misma y confiar en Jesús y en María, llegará en poco tiempo a las cimas de la más alta perfección, sin peligro de extraviarse. Porque así se decidirá a huir de los peligros del mundo, a dejarse guiar, a orar constantemente y a recibir con paz las contrariedades y humillaciones como si las hubiera merecido, y a consagrarse en fin por entero al servicio de Dios y del prójimo, sin preocuparse de sí misma ni de sus intereses.

¡Oh Jesús! quiero poner de manifiesto cuáles son los vicios que habré de combatir, los defectos que tendré que corregir y las heridas que deberé sanar. Haz que trabaje sin descanso en DESPRECIARME  a mi mismo para estimarte a ti, y en RENUNCIARME en todo para cumplir hasta tus más mínimos deseos, siempre santos y siempre amables.

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