1 OCTUBRE. PRIMER VIERNES.IMITACIÓN DEL CORAZÓN DE JESÚS

 "El Corazón de Jesús, dice Santo Tomás, es templo edificado por el Espíritu Santo, santificado, por la Divinidad, y consagrado al Amor eterno." Y ¿Qué es lo que se hace en el templo? Se recoge uno, se ora y se ofrecen sacrificios. UNO SE RECOGE Y ORA. ¿En qué santuario mejor que en el Corazón de Jesús, podríamos pensar en Dios y sentirnos más inclinados a rezarle con humildad? Allí se encuentran, como en ningún lugar de la tierra, las tres Personas divinas y de allí se elevan súplicas incesantes a favor del género humano redimido, Jesús, que tanto oró durante su vida en Belén, en Egipto, en Nazaret; él, que pasó noches enteras en oración, a pesar de las fatigas del apostolado, y que aun en medio de los suplicios de la Pasión siguió dándonos ejemplo de oración; Jesús, que, como dice San Pablo, "está siempre vivo para interceder por nosotros (Heb. 7, 25)", tiene dispuesto el Corazón para orar constantemente, para adorar, aplacar y dar gracias en nuestro nombre al Padre celestial, pidiéndole cuanto necesitamos para nuestra santificación. UNÁMONOS, pues, a este Corazón sagrado y rindamos con él nuestros homenajes al Padre celestial, rogándole incesantemente que tenga misericordia de nosotros en virtud de los méritos de su Hijo.

Pero Jesús, en el Santuario de su Corazón, no se contenta con orar, sino que además se ofrece así mismo en SACRIFICIO. Víctima perpetua a gloria de su Padre y por la salvación de los hombres, el Salvador se inmola en infinitos altares y permanece día y noche, siempre inmolado, en el fondo de los Sagrario. ¡Qué ejemplo para nosotros que, perteneciendo a Dios en justicia por ser obra de sus manos, deberíamos estar siempre dispuestos a obedecerle y a someternos enteramente a su voluntad. Sin embargo, nosotros empleamos los recursos de nuestra inteligencia para evitar las dificultades, huir de cuanto nos mortifica y buscar nuestras satisfacciones, aun en detrimento de nuestro espiritual progreso.

¡Oh Dios mío! Por amor de Jesús y de María, infúndeme el espíritu de ORACIÓN y de ABNEGACIÓN para que, unido a ti, sea dúctil y dócil en tu divino servicio, a pesar de las repugnancias de mi naturaleza altiva y sensual. Haz que en el Corazón de tu Hijo encuentre cuanto falta al mío para ser santuario digno de tus divinas complacencias y consagrado por entero a rendirte mis homenajes, aun a costa de los más grandes sacrificios.

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