15 DE SETIEMBRE. LOS DOLORES DE MARÍA

 Cuando Jesús agonizaba en el Calvario y María le conteplaba al pie de la Cruz, si hubiéramos preguntado a la eterna justicia cuál era el MOTIVO de este sangriento drama, capaz de conmover todos los corazones, hubiéramos recibido, sin duda alguna, la misma respuesta que el Señor puso en boca del profeta Isaías: "Por la maldad de mi pueblo he herido al Hijo y a la Madre." (Is. 53, 8).

¡Oh Dios mío! MI PROPIA VOLUNTAD y los pecados que con ella cometí dieron muerte a mi Salvador y traspasaron de dolor el corazón de su Madre, que es también Madre mía. ¡Qué crimen tan horrible he cometido! Si por él tuviera que sufrir los rigores de la justicia humana, la pena de muerte sería mi castigo. Por ese crimen nefando soy reo de muerte eterna ante los ojos de Dios y merezco ser precipitado en los abismos del infierno. ¿Cómo podría yo, ¡oh Señor!, sentir en mi corazón tales sentimientos de dolor por mis pecados que me hicieran expiar toda mi maldad? Por muchas lágrimas que derramara no podría apagar el fuego vengador que arde para mi castigo, si a ellas no se unieran las lágrimas de Jesús y María, víctimas del Calvario, inmoladas para alcanzarme perdón.

Pero no es suficiente el llanto; tengo también que añadir el DOLOR DEL ALMA, y este dolor ha de ser tan sincero y eficaz, que me haga evitar todas las faltas deliberadas y luchas contra mi carácter y malas inclinaciones. Si estoy arrepentido, lo demostraré huyendo del mundo, de sus placeres, de mi disipación acostumbrada, reprimiendo mi vanidad, molicie y el amor al bienestar y a la sensualidad. Así podré evitar los peligros de una recaída, y mi arrepentimiento, que abundará en frutos de salvación, corresponderá a los deseos de Jesús y de María. Porque el fin que se propusieron al sufrir de este modo en el Calvario fue destruir el pecado y restaurar las ruinas de nuestra vida espiritual.

¡Oh Virgen Santísima y Madre afligida!, ¿Cómo es posible que siga buscando todavía los vanos placeres de este mundo en que tú, por mi culpa, fuiste traspasada con las más agudas espinas de dolor? Para expiar el daño cometido quiero desde hoy ejercitarme en la penitencia y renunciamiento de mi mismo. Infúndeme verdadero espíritu de compunción, de desprendimiento de los bienes pasajeros y la más perfecta abnegación. Afirma en mí el deseo de caminar contigo, siguiendo las huellas de Jesús crucificado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)