19 DE SETIEMBRE. DEVOCIÓN AL CRUCIFIJO

 El crucifijo nos recuerda al BUEN PASTOR, que, todo CARIDAD y poseyendo cien ovejas: los ángeles y los hombres, nio cómo de repente la pobre naturaleza humana se descarriaba y perdía por las sendas del pecado, y abandonando a sus ovejas del cielo bajó a la tierra en busca nuestra, y recorrió montañas, valles y colinas, es decir: se hizo hombre mortal, pasando de las delicias al dolor, de la gloria a la ignominia, para después de encontrarnos cargarnos sobre sus hombros, darnos asilo en su mismo Corazón hasta el momento en que, triunfador sobre el Calvario de los poderes infernales, nos abrió las puertas de su redil eterno.

¡Qué abnegación! No es un ángel, ni un querubín, ni un serafín quien nos busca y viene a salvarnos: es Dios, nuestro Creador, el Todopoderoso. Aquél a quien hemos ofendido y que para perdonarnos sufre en lugar nuestro las penas que habíamos merecido. ¿Cómo desesperar, después de esto, de la bondad inconcebible y de la inefable misericordia de Cristo? -Sí un rey, para demostrar a un súbdito rebelde que olvida su crimen, quisiera morir en lugar suyo, nadie podría dudar de la verdad del perdón que le había otorgado. Pues al contemplar el crucifijo tampoco podemos pensar ya que Jesús guarde rencor o acritud contra nosotros. Si nos arrepentimos, estemos ciertos de que volveremos a congraciarnos con él, porque nunca desprecia al corazón contrito y humillado.

Si tememos RECAER en nuestras faltas y volver a serle infieles, no olvidemos que por Jesús crucificado alcanzaremos la victoria en todos nuestros combates. Por él, las vírgenes y los mátires triunfaron de sus enemigos. ¿Por qué, pues, somos tímidos y pusilánimes? Decimos que ignoramos si nos salvermos; ¿cómo es poisble que dudemos de la salvación al contemplar el crucifijo? ¿No es acaso la expresión más completa ymás tranquilizadora de la misericordia de Dios