21 DE SETIEMBRE. SAN MATEO

 Clemente de Alejandría dice de este santo apóstol que era muy dado a la contemplación, que llevaba vida austera y que se alimentaba de raíces, hierbas y frutas silvestres; que por estos medios eficaces conservó intacta la virtud de la castidad. Pero no se contentaba solo con practicar él mismo esta virtud, sino que la inculcaba con verdadero afán a los demás. Habiendo convertido a la familia real de Etiopía, convenció a una de las princesas, llamada Efigenia, que hiciera voto de castidad, y se pusiera a la cabeza de una comunidad de vírgenes. Para confirmar a los fieles en la fe y pureza de costumbres, desafió toda clase de penas y de fatigas, ordenó sacerdotes, hizo obispos, destruyó ídolos y convirtió sus templos en iglesias.

Su amor a la castidad resplandeció de modo especial cuando tuvo el noble valor de oponerse firmemente a las pretensiones del nuevo rey de Etiopía, que quiso casarse con Efigenia. Habló sin rodeos al príncipe sobre las excelencias de la virginidad, de las gracias preciosísimas que de ella dimanan y de la corona de gloria y de felicidad que será un día su eterna recompensa. Su discurso le costó la vida, porque el santo fue asesinado poco tiempo después, precisamente cuando ofrecía en el altar el santo sacrificio. ¡Qué celo el de este ferviente discípulo de Cristo, que hizo de él, según San Hipólito, "la hostia y la víctima de la virginidad"!

Aprendamos de San Mateo a prevenir los suplicios antes que tener la desgracia de perder la angélica virtud de la pureza, siempre tan expuesta, a causa de su extremada delicadeza. Defendámosla valientemente escudándola con la mortificación del cuerpo y de los sentidos, especialmente de la vista y del tacto. Decidámonos firmemente a violentarnos para resistir a la tentación, apoyados en la oración y en el auxilio divino, que nunca habrá de faltar a quienes lo imploran. Nadie perseveró en la oración y combatió con constancia contra la tentación sin alcanzar la victoria, y ésta, cuantos más esfuerzos haya costado, más digna será ante Dios de recibir la recompensa.

¡Oh glorioso San Mateo, inflamado de celo por la castidad!, dígnate alcanzarme gran amor a esta preciosa virtud. Te ruego me ayudes a cumplir fielmente las siguientes resoluciones: 1ª conservar siempre puros el cuerpo y el alma con la mortificación de los sentidos; 2ª fortalecer de antemano espíritu y corazón contra las tentaciones, trayendo al pensamiento las verdades de la fe y recurriendo con frecuencia a Jesús y a María.




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