26 DE SETIEMBRE. EL ALMA ES CAMPO QUE CULTIVAR

 La tierra de nuestro corazón necesita de un gran trabajo de purificación y de cultivo que no hay que abandonar jamás durante la vida. ¿Pero de qué medios nos valdremos para recoger en nosotros cosecha de virtudes más temprana y abundante? Lo primero que habremos de hacer para lograrlo es no trabajar NUNCA SOLOS. Así como es necesario para cultivar una gran extensión de tierra reunir los esfuerzos de muchos jornaleros, también para cultivar el campo de nuestra alma es necesario que no solo el DIRECTOR ESPIRITUAL nos preste su asistencia, sino los ángeles, los santos, la Virgen María, Jesús, el Espíritu Santo, para ello habremos de ORAR CONSTANTEMENTE, siguiendo el consejo del divino Maestro de "orar siempre y no desfallecer" (Luc. 18, 1). Porque sin la especial ayuda del cielo, fruto de la oración, no podríamos limpiar de maleza el campo del corazón, ni podríamos llevar a buen fin una empresa muy superior a las fuerzas de la naturaleza.

Es necesario además que procedamos con ORDEN y que no pretendamos concluir en un día un trabajo que requiere toda la existencia. El método que mejor podemos emplear para lograrlo será el de imponernos una tarea determinada, corregirnos de nuestros defectos, no de todos a la vez, sino uno a uno. Reunamos pues, toda nuestra atención, todas nuestras oraciones contra la tendencia, la costumbre o el instinto perverso que nos DOMINE. Todas las mañanas tomemos la resolución de guardarnos durante el día de ese peligro, para lo que pediremos a Dios que nos ayude a alcanzar la victoria cuando se presente la ocasión. Examinémonos al mediodía y por la noche para ver si observamos fielmente esta táctica.

¡Cuántas virtudes florecerían espléndidas en el campo del alma si tuviéramos cuidado de purificarlo de la cizaña de los vicios! Desgraciadamente, siempre pueden observarse en nosotros idénticos defectos; seguimos con nuestras susceptibilidades, impaciencias y tendencia a irritarnos y a turbarnos. Conservamos la vanidad y gustamos ser alabados y hacernos valer, rebelándonos contra todo reproche, aun los merecidos. Buscamos con desmedida solicitud lo útil y lo agradable, y con verdadero afán buscamos también las comodidades, el bienestar y cuanto sirve para hacer la vida fácil y regalada. ¡Oh!, cuán necesario nos es el estudio del corazón, para poder arrancar de él la propia estimación, que no nos permite ver ni las imperfecciones ni la escasa virtud que poseemos.

¡Dios mío! cuán lejos estoy de poseer la verdadera HUMILDAD, que hace que nos abracemos gustosos con afrentas y desprecios; el RECOGIMIENTO constante, que no se pierde por las distracciones exteriores; el DESPRENDIMIENTO y la PACIENCIA que practicaron los santos. Concédeme firme voluntad para trabajar siempre por quitar de mi corazón lo que más se oponga a la perfección de tu amor.

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