29 DE SETIEMBRE. SAN MIGUEL ARCÁNGEL

 Las hazañas y grandezas que admiramos en el Príncipe de las milicias celestiales son pruebas irrecusables de su PODER, primer fundamento de nuestra confianza. Pero este Arcángel, a quien tanto temen los espíritus de las tinieblas, ¿querrá acudir en nuestro auxilio? La Iglesia así nos lo asegura al llamarle su GUARDIÁN y su PATRÓN, como lo fue antiguamente de la Sinagoga. Siendo este glorioso Arcángel guardián y patrón de nuestra Santa Madre la Iglesia, lo es también de sus hijos, es decir de todos sus fieles, y en particular de quienes le invocan.

En su calidad de Jefe de las angélicas jerarquías recibió, según San Alfonso, la MISIÓN de dar a cada uno de nosotros el ángel que habrá de acompañarnos y guardarnos hasta la muerte. ¡Con cuánta solicitud les recomienda a sus siervos más devotos!, ¡cómo vuela él mismo en socorro de sus protegidos cuando sus ángeles de la guarda le necesitan! Con frecuencia inspira a estos ángeles y a otros príncipes de las milicias celestiales que asistan de modo especial a las almas que le invocan, obrando en favor de éstas grandes prodigios, como atestiguan los hechos.

Bajo su DIRECCIÓN, los arcángeles nos ayudan en los casos extraordinarios, las virtudes en la práctica del bien, las potestades en las luchas contra el infierno, los principados en la resistencia contra la corriente del mundo que quiere arrastrarnos, las dominaciones nos facilitan la sumisión al soberano dominio de Dios; y cuando se trata de ejercitar la paciencia o de conservar la paz en circunstancias difíciles, San Miguel envía a los tronos para que nos socorran. A veces, cuando acudimos a él con mayor fervor, inspira a los querubines y a los serafines que nos inflamen en el servicio de Dios, ¡Qué gran felicidad es tener semejante amigo y protector que dispone a voluntad y en provecho nuestro de toda la milicia celeste, y qué bondad tan grande la suya al poner todo el cielo a nuestra disposición!

¡Oh glorioso Arcángel! Creo en tu poder y asistencia; confío plenamente en ti. Puesto que ayudas a cuantos te imploran, alcánzame la gracia de sentir hacia ti ternísima devoción, que me lleve a INVOCARTE con frecuencia y a ESPERAR con tu victoria sobre las tentaciones, especial socorro en la hora de la muerte, protección particular ante el Tribunal de Dios y alivio grandísimo en la tremenda purificación del purgatorio.

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