8 DE SETIEMBRE. NATIVIDAD DE LA VIRGEN

 Del sublime destino de María dimanaba para ella la obligación de corresponder a tantas gracias recibidas en TODOS LOS INSTANTES de su vida. Por eso no desperdició momento en toda su admirable existencia, que empleó por entero y sin tregua en realizar los más hermosos actos de virtud. Podemos decir que desde su Concepción inmaculada hasta la hora de su muerte santísima su vida se redujo a un solo acto, siempre más grande y más perfecto, que consistía en la más estrecha unión que jamás pudo existir con el Bien soberano.

Si nosotros no podemos aproximarnos a Modelo tan acabado, por lo menos estamos obligados a procurarlo. Dios nos ha concedido la vida presente como un TESORO que hemos de gastar, no en caprichos, sino únicamente según sus intenciones y los designios que tiene sobre nuestra alma. Sabemos que lo que quiere Dios de nosotros es que trabajemos contantemente en la obra de nuestra santificación. ¿Qué diríamos del servidor si quien el amo entregase una cantidad para comprar alimentos si, en vez de obedecerle, la gastase en vanidades y placeres? Lo mismo podemos decir en nosotros si perdemos el tiempo en tibiezas y futilidades en vez de emplearlo en adquirir la perfección.

La vida senos dio como CAMPO que hemos de cultivar. Cada día que pasa es el surco abierto por el arado del tiempo, en el que tenemos que sembrar nuestros pensamientos, deseos, intenciones, cariños y toda suerte de obras. Lo sembrado germinará y dará fruto bueno o malo, según nuestras disposiciones. El fruto bueno se convertirá en rica cosecha de méritos para la eternidad, y el fruto malo será la cizaña destinada a ser quemada en el fuego eterno por la justicia divina. Es, pues, muy importante para nosotros sembrar siempre conforme a la fe y a la gracia. Para esto IMITEMOS a la Niña santísima cuyo nacimiento celebramos hoy. Y siguiendo su ejemplo: 1º consideremos al Creador como a primer principio y último fin, no cesando de agradecerle sus beneficios y haciendo que todo redunde en gloria suya; 2º vivamos en unión constante con él, unión que ha de tener por base la humildad y la fe en su grandeza, fortalecida por la confianza y el abandono en su divino beneplácito y perfeccionada por un amor filial, dispuesto a realizar los máximos sacrificios.

¡Oh Virgen, santísima desde la hora en que naciste!, dígnate mirarme con compasión; hazme puro a los ojos del Señor, pues quiero consagrarle, como tú, y contigo, mi espíritu, mi corazón y todos los instantes de mi vida. Enséñame a pensar siempre en él y a dirigir hacia él todas mis aspiraciones y actividades. Ayúdame, de un modo especial, a ofrecerle mis penas una a una y a sufrirlas gustoso por su amor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)