10 DE OCTUBRE. LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL Y LA VIDA INTERIOR

Para gozar de los preciosos frutos de la dirección espiritual hemos de hacer, ante todo, que esta dirección tenga por base la FE, que nos hace ver a Jesús dirigiéndonos él mismo en la persona de aquél que ocupa su lugar. Por tanto, al escuchar al director espiritual escuchamos al divino Maestro, como él mismo nos asegura. Renovemos a menudo la fe en esta importante verdad, y OBREMOS en conformidad con ella. Consideremos al director espiritual como un santuario en el cual habitase misticamente el divino Redentor, o bien como Propiciatorio sagrado desde el cual nos habla e instruye.

A esta fe viva unamos la HUMILDAD Y LA CONFIANZA, para exponer con claridad a nuestro guía el verdadero estado del alma, nuestro carácter, los defectos que se nos reprochan, las faltas en las que con más frecuencia incurrimos, las malas inclinaciones, los medios que empleamos para corregirnos y los progresos que hacemos en la virtud. Démosle también cuenta de las tentaciones, de las resistencias a la gracia  y de los atractivos que sentimos por ciertas devociones y virtudes. Hablémosle de los buenos pensamientos que habitualmente ocupan nuestra imaginación y de los deseos que tenemos de santificarnos. También nos será muy útil explicarle la manera que tenemos de hacer la meditación, el examen, las oraciones, modo de oír Misa y de comulgar; en una palabra, conviene expongamos a nuestro director cuanto se refiere al plan de vida, al empleo del tiempo y a la fidelidad en cumplir nuestros deberes.

Así nos daremos a conocer del Padre espiritual, y nuestras confesiones ingenuas y sencillas le iluminarán de manera que pueda conducirnos debidamente. Porque somos dirigidos como queremos serlo, es decir, según la claridad con que expongamos nuestro estado interior a quien ocupa el lugar de Dios para guiarnos, quien sin nuestra ayuda no podría conocer los secretos de nuestro corazón. 

La tercera y última condición requerida para la perfecta dirección es hacerla eficaz, poniendo en PRÁCTICA los consejos que nos den. ¿De qué nos serviría manifestar exactamente el estado dela conciencia si luego la infidelidad o la desidia hicieran inútiles las luces, los consejos y el celo lleno de caridad del director espiritual? Por muy sabio que éste fuese, y por muy iluminado que estuviera, habrían de fracasar todos sus esfuerzos.

¡Oh Dios mío! ¡Cuántos progresos hubiera hecho en la vida interior y en el camino de la sólida virtud si me hubiera dejado conducir dócilmente! Te ruego me concedas las siguientes gracias: 1ª corregir cuanto defectuoso haya en mí, a juicio del director espiritual, lo mismo en mis acciones que en el cumplimiento de mis deberes de estado o en las prácticas piadosas; 2ª hacer cuanto me recomiende de manera especial, para estar así siempre de acuerdo con tu divino beneplácito, como lo estuvo tu Hijo adorable durante la vida mortal y como lo está todavía en su vida eucarística.

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