12 DE OCTUBRE.NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

 Toda la tierra de España es un santuario de María, pues no hay monte, ni valle, ni trozo de costa, ni ciudad, ni aldea, ni casa, ni palacio donde María no tenga un templo, una ermita, una estatua, un relieve, un cuadro o unos labios que cada día desgranen las Avemarías del Rosario. ¿Pero es ésta toda nuestra devoción, la verdadera devoción que María pide de nosotros en pago de sus favores?

Es cierto que todo esto es una parte de la devoción que la Virgen nos pide. Pero no es la principal ni la más obligatoria. ¡Pobres de nosotros si nuestra gratitud hacia María consistiese en unas piedras, o en unas plegarias de labios afuera solamente! Si aun conservamos la fe viva, demostrémoselo por obras: es la mejor prueba de amor a Dios y a María. ¿Cómo hacemos nuestras devociones? DISTRAÍDAMENTE y sin respeto ni sacrificio. INCONSTANTEMENTE, dejándolas apenas nos cuestan una molestia, apenas se hacen incompatibles con una frivolidad cualquiera. EGOÍSTAMENTE, más interesados por ventajas terrenas que por intereses espirituales.

Y lo peor es que con nuestras devociones hacemos compatible el pecado. Rezamos y pecamos, y nos exponemos a mil peligros, y escandalizamos a los demás. Rezamos y no excluimos la vida frívola, las conversaciones picantes y atrevidas, saturadas de sensualidad e irreverencia. Rezamos y no sabemos amar al prójimo, no perdonamos, no buscamos su bien espiritual. Pero ¿es que entre tantos pecados e imperfecciones nos está prohibido rezar? No. Pero rezar por rutina, por capricho, por superstición tal vez, no es rezar. Nos está prohibido rezar creyendo que con eso basta, sin poner esfuerzo en evitar pecados e imperfecciones.

Examinemos nuestras devociones a la Santísima Virgen y formemos el propósito: 1º de no dejarlas nunca; 2º de pedir en ellas más por nuestros intereses espirituales que por los temporales.

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