14 DE OCTUBRE. PRESENCIA DE DIOS


Los santos del ANTIGUO TESTAMENTO tenían singular aprecio por la práctica saludable de la presencia de Dios. "¡Vive el Señor, en cuya presencia me hallo!", exclamaban los Profetas. Este pensamiento sostuvo a la casta Susana y le hizo contestar a los ancianos hipócritas que la amenazaban con la muerte si no accedía a sus deseos: "Mejor en para mí caer en vuestras manos sin haber hecho tal cosa, que pecar en la presencia del Señor (Dan. 13, 23)." ¡Cuán fácil sería conservar siempre puro el corazón si estuviéramos animados de una fe semejante en la majestad de aquél que nos ve en TODAS PARTES. "Señor, decía el Rey David, he observado tus mandamientos y sagrados testimonios porque sabía que todas mis acciones están presentes a tus ojos (Salmo 118, 168)."

También los santos de la NUEVA LEY, por vivir siempre en presencia de Dios, practicaron las virtudes hasta el más alto grado del heroísmo. Verdaderamente, nada es capaz de estimular tanto nuestro ardor como este pensamiento: "Aquél que habrá de ser mi Juez supremo me ve y me examina para premiarme o castigarme según mis obras."- Preguntaron en una ocasión a San Alfonso Rodríguez cuánto tiempo durante el día dejaba de pensar en el Señor, y contestó: "El tiempo que necesitaría para rezar un Credo."- Santo Domingo se complacía en la soledad, porque en ella se ocupaba mejor de Dios. San Ignacio de Loyola estaba sin cesar penetrado del recuerdo de las divinas perfecciones, sobre todo del poder, de la sabiduría y de la bondad de Dios, y así se inflamaba todo de amor hacia él. -San Vicente de Paúl refería al Señor todo cuanto veía o escuchaba. San Alfonso María de Ligorio permanecía siempre con la cabeza descubierta por respeto a la presencia de Dios, y uno de sus discípulos, San Gerardo Mayela, no perdía jamás la presencia de su Creador, aun cuando conversaba con las criaturas; sus aspiraciones hacia él eran ardorosas y frecuentes. ¡Cuán provechoso nos sería si lo tomáramos por modelo! Siguiendo el consejo de San Francisco de Sales, formemos las siguientes RESOLUCIONES: 1ª tener al Señor ante los ojos siempre y en todo lugar, lo mismo solos que acompañados; 2ª invocarle con frecuencia del fondo del corazón, para alcanzar sus luces y asistencia en las acciones; 3ª hacer que nuestra alma descanse en el dulce pensamiento de que nos ama y que sin cesar vela por nosotros.

¡Oh Dios mío! A ejemplo de tus santos, quiero recordar con frecuencia que a ti debo la existencia y la vida y todos los bienes de naturaleza y gracia. Dame gran fervor para adorarte, darte gracias e invocarte interiormente, como lo hacen en el cielo los ángeles y los escogidos.

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