15 DE OCTUBRE. SANTA TERESA DE JESÚS

  La oración fue como el alma de Teresa de Jesús. En ella se empleó desde su juventud. Su autobiografía puede decirse que no es más que la exposición de los diversos grados de oración, a los que se fue elevando sucesivamente. En esta historia de su vida cuenta las grandes PRUEBAS que tuvo que pasar durante dieciocho años, el tedio, la repugnancia, las distracciones y la involuntaria aridez que venían a ejercitar su paciencia para hacerla después digna del más alto grado de contemplación. En estas luchas, en vez de acobardarse, como muchas almas piadosas, supo perseverar hasta el fin, meditando y orando, por lo que recibió su constancia un premio de VALOR INCALCULABLE: el de la más estrecha unión con Dios.

Desde entonces ya nada le pareció difícil en el servicio del divino Maestro. Su espíritu iluminado por la gracia, su corazón rebosante de fuerza y de consuelo, se sintieron capaces de realizar las más grandes empresas. Todos los días y en todo momento se impregnaba en la oración de una FE VIVA, que le hacía más creíbles los misterios revelados cuanto más incomprensibles fueran; de una HUMILDAD PROFUNDA, que la llenaba de gozo en medio de las humillaciones; de un AMOR y CELO ARDIENTES que le infundían fuerzas para sufrirlo todo por Jesús y arrestos y eficacia para convertir con sus oraciones millares de pecadores y de infieles. En una palabra, adquirió por la oración las más heroicas virtudes.

A su ejemplo: 1º esforcémonos en conversar a la continua con Dios, que así los objetos exteriores, lejos de distraernos, nos elevarán hasta él; 2º en todos los acontecimientos adoremos los designios de la divina Providencia, bendigamos su infinita caridad, que de los males saca bienes, y pongámonos confiados en sus manos. ¿Procedemos de esta manera? ¿Tenemos siempre en la mente algún santo pensamiento o máxima que sirva para alejarnos del pecado, nos desprenda de la tierra y nos guarde constantemente la paz del alma por influjo de la gracia? ¿Acompañamos este santo pensamiento con piadosos afectos y actos de agradecimiento, de contrición, de amor y de petición?

¡Oh Dios mío! Tú eres el centro de mi alma; siempre estás dispuesto a escucharme y a atender mis súplicas en tanto que mi corazón con frecuencia está lejos de ti por la disipación, la excesiva solicitud y la intranquilidad. Dígnate unirme estrechamente a ti para que en todo tiempo y en todas partes pueda encontrarte amarte, hablarte y, como Santa Teresa, caminar siempre guiado por las luces de tu Espíritu divino.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)