16 DE OCTUBRE. EL CULTO EXTERIOR

 Dijo el divino Maestro: "Ya llega el tiempo, ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4, 23)." Adorar EN ESPÍRITU es honrar a Dios en el anonadamiento y rebajamiento del alma. Adorar en VERDAD es manifestar ostensiblemente por el culto exterior y las obras piadosas los sentimientos que rebosan del corazón. La adoración perfecta consiste, por tanto, en la veneración y respeto simultáneos del cuerpo y del alma a Dios.

De esto se desprende la primera cualidad del culto exterior, que es: ser VERDADERA EXPRESIÓN de los sentimientos o de la voluntad del alma. el Señor decía hablando de los judíos: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí (Mat. 15, 8)." No podemos soportar la falta de sinceridad en las demostraciones de cariño, ¡Cuánto menos Dios, que es la misma Verdad, podrá soportarla!

En segundo lugar, tenemos que conforma las prácticas externas con los usos y costumbres APROBADOS POR LA IGLESIA, adaptarlas a las circunstancias de tiempo y de lugar en que nos hallemos, practicando en público las devociones que veamos practicar a los fieles, y practicando en particular cuanto pertenezca a nuestras devociones privadas. Procuremos escoger siempre aquellas que a nadie pueda molestar y sirva para mortificarnos y edificar a nuestros prójimos. En todas partes donde San Francisco de Sales se ponía a orar, lo hacía con la actitud más respetuosa, humilde y devota, sin volver ni la cabeza ni la vista. Jamás demostró la menor negligencia ni flojedad, y hasta resultaba edificante verle hacer LA SEÑAL DE LA CRUZ. "Cuando os SANTIGÜÉIS, acostumbraba decir, pensad que el corazón es jardín en que plantáis el árbol sagrado de la cruz; o bien, que es fortaleza en que enarboláis el estandarte del gran Rey; o si no, figuraos que es el corazón estancia que cerráis con la llave de la cruz y que tan solo debéis abrir a aquél que es dueño de la llave."

¡Dios mío! Concédeme la gracia de saber aprovechar estas preciosas enseñanzas; que siempre cumpla con perfecta religiosidad cuanto se refiera al culto divino, uniendo el acto interno de adoración y de amor a cualquier acto externo, como la genuflexión o inclinación que haga al pasar ante el altar. -¡Oh Jesús, oh María!, inspiradme la costumbre de elevarme hasta Dios y hasta vosotros, sirviéndome de cuanto cautive la atención de mis sentidos y de mi imaginación.


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