17 DE OCTUBRE. LA DEVOCIÓN.

 La devoción es un acto de la voluntad, y no puede ésta obrar sin ayuda del entendimiento, se desprende, como dice Santo Tomás, que la MEDITACIÓN es una de las causas de la devoción, en tanto que nos sugiere los motivos que tenemos para dedicarnos a Dios. Y prosigue el Angélico Doctor, que entre las consideraciones de la oración las más capaces de mover el corazón son las de nuestra inteligencia y las de la bondad bienhechora de Dios, porque producirán en nosotros dos sentimientos muy favorables a la devoción: gran DEPENDENCIA de Dios, a quien todo lo debemos, y tierno AMOR a su bondad, que nos otorga todos los bienes. De estos deso sentimientos nacerán deseos ardentísimos de darnos al servicio de un Dios tan generoso y digno de ser amado; en lo que consiste puntualmente la verdadera devoción. Basándose en estos principios, Hugo de San Victor definía la devoción como "cierta atención a Dios, producida en nosotros por un afecto humilde y piadoso". Coon frecuencia es PURO DON del cielo, y en este caso solo se obtiene por la oración. "Debes buscar con diligencia la gracia de la devoción, dice la Imitación, perdirla con insistencia, esperarla con paciencia y confianza, recibirla con gratitud, guardarla con humildad, obrar solícitamente con ella y dejar a Dios el tiempo y modo en que se digne visitarte (Imit. lib. 4, cap. 15)."

San Juan Berchmans sentía a veces durante la meditacion dulzuras inefalbes; pero, en cambio, otros días su alma se turbaba, presa de gran aridez. Entonces, sin desfallecer, pedía humildemnete al Señor que le socorriera y fortaleciera. Obremos de igualmanera y tomemos la siguientes RESOLUCIONES: 1ª humillarnos con frecuencia al sentirnos tan fríos y distraídos cuando meditamos, oramos y hacemos nuestra acción de gracias después de la Comunión; 2ª atribuir este estado, com lo atribuían los santos,a nuestra poca fe y confianza a la falta de generosidad en vencernos y escasa fidelidad  ala gracia o acaso a la disipación, excesiva solicitud, demasiada actividad, o tal vez a las frecuentes faltas, a las aficiones, a negligencias, que nos hacen indignos de la gracia sensible, con la cual fuimos en otro tiempo favorecidos.

¡Dios mío! Reconozco que mi vida, demasaido natural y poco fervorosa, es lo que me priva de las dulzuras de tu suavísima presencia. Dígnate curar mi cobarde corazón de su desidia en MEDITAR Y ORAR, para que así llegue a desear ardientemente la perfección y vigile más cuidadosamente mi conducta.

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