2 DE OCTUBRE. EL ÁNGEL DE LA GUARDA

 No debemos contentarnos con respetar, amar e invocar a los Ángeles, sino que, además, hemos de perfeccionar la devoción hacia ellos, imitando sus virtudes. SU PUREZA perfecta, que es efecto de su naturaleza, es lo primero que en ellos nos atrae. No podremos pronunciar la palabra castidad sin traer a nuestra imaginación el recuerdo de estos espíritus celestiales. Por eso, para alabar la candidez y la inocencia de un niño, decimos de él que "es un ángel" y su virtud es la "virtud angélica". El poner en los Ángeles nuestro pensamiento nos llevará, por tanto, a apreciar la continencia y a amar la pureza. La devoción a nuestros Ángeles de la Guarda debe animarnos a ser MODESTOS en miradas, en ademanes y en las relaciones con nosotros mismos y con el prójimo. Bajo la celestial influencia de los espíritus angélicos vigilemos constantemente palabras, imaginación, afectos y conducta, para que sean siempre irreprochables a sus ojos.

Además de su pureza, imitemos también la sobrenatural CARIDAD. Muy diferente del amor interesado que se tienen los hombres, no se altera ni por la diferencia de clases ni porque varíen los acontecimientos. Dios es el principio, el apoyo y el fin último de esta caridad, que favorece lo mismo al pobre, al esclavo y al pecador, que al rico, al amo y al justo. Nunca se cansa de soportar nuestros defectos, mal humor, quejas y carácter. Por el contrario, es paciente y abnegada hasta el heroísmo, sobre todo cuando se trata del bien espiritual y de la salvación del alma. No le molesta la importunidad de nuestras peticiones y se alegra de vernos felices, dando gloria a Dios. -Nuestra caridad con el prójimo, ¿se parece a la de los Ángeles con nosotros?, ¿es también sobrenatural, desinteresada y a prueba de contradicciones y de dificultades?

Nuestros Ángeles de la Guarda abrigan tan santas disposiciones por su CONSTANTE UNIÓN CON DIOS; los cuidados solícitos que tienen con nosotros no disminuyen su recogimiento ni los apartan en absoluto del Señor. "Os hago saber, dijo Jesús a los discípulos, que los Ángeles en los cielos están siempre viendo la cara de mi Padre celestial (Mt. 18, 10)." Le adoran, le alaban, le aman y con él conversan sin cesar. Así nos enseñan a ORAR y a pensar en Dios, no solamente en la iglesia, sino también en las calles, en los paseos, en medio de los negocios y hasta en los entretenimientos. No recurramos tan solo a nuestro Ángel de la Guarda: invoquemos también a los de las personas que queremos alejar del mal y atraer al bien.

¡Oh mi fiel protector, Ángel mío de la Guarda, a quien Dios quiso confiar el cuidado de mi alma! Alcánzame la gracia de imitar tu INOCENCIA, tu CARIDAD, y tu constante ORACIÓN. Espíritu celestial, permanece en mi alma para purificarla, infundirle amor divino y hacerla tratar constantemente con la Santísima Trinidad, siempre en ella presente.

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