3 DE OCTUBRE. LAS PERFECCIONES DE DIOS, OBJETO DEL RECOGIMIENTO

 Cuanto hermoso, verdadero y bueno hallamos en las criaturas, apenas es gotita imperceptible comparado al océano sin límites de las perfecciones divinas. El Señor es TODOPODEROSO, y con una sola palabra, un solo acto de su voluntad podría crear millones de mundos más grandes y hermosos que el nuestro; podría también aniquilarlos en un instante. Su SABIDURÍA todo lo conoce y tiene presente sin estudio ni trabajo. Sin el menor esfuerzo gobierna todas las criaturas, lo mismo los astros que como globos de luz surcan los espacios que el polvo del camino que pisamos. Y rige desde el más noble príncipe de la milicia celeste hasta el último de los mortales y hasta el insecto más diminuto, cuya existencia ignoramos.

Este Dios INMENSO está además esencialmente presente en todas partes. Cuando nosotros estamos en algún sitio, no podemos estar simultáneamente en otro. En cambio, el Señor está en todo lugar. en el cielo, en la tierra, más allá de los mundos que contemplan nuestros ojos y hasta en los abismos eternos. Por eso nada escapa a sus divinas miradas. Y ¿qué podríamos decir de su infinita SANTIDAD? Más contemplar la ruina de todo el universo que ofender a esa santidad, aunque sólo fuese levemente.

Tan grande es su MISERICORDIA, que no podemos comprenderla, ya que, como dice el Evangelio: "se derrama de generación en generación sobre los que le temen (Luc. 1, 50)." A pesar de la perfidia de los pecadores, Dios les perdona generosamente sus crímenes con tal de que se arrepientan de ellos.

De su AMOR a los hombres, ¿para qué hablar, si el universo entero es manifiesta prueba? El establo de Belén, la Cruz del Calvario, los sagrarios y los altares lo pregonan día y noche. Hasta el infierno nos habla de este amor, porque si en él la incorruptible justicia del Altísimo castiga a los pecadores, es precisamente por heridas inferidas a su amor.

¡Oh Señor Dios mío! ¿Quién será capaz de no amarte? Tu edad es la eternidad, la inmensidad tu palacio y el infinito tu medida. Eres dueño de todos los imperios: nada podrá igualar ni tu nobleza, ni tu realeza, ni tus riquezas; y ¿Quién no quedará prendado de tu belleza divina, ya que por ésta se convierten los más terribles suplicios en delicias inefables? Dígnate iluminar mi inteligencia para que pueda conocerte; porque el alma que te conoce acabará por amarte y pondrá en ti para siempre su gloria, su tesoro y su felicidad.

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