5 DE OCTUBRE. LA PRESENCIA DE DIOS

 La fe enseña que nos encontramos en Dios como EL PEZ EN EL AGUA, porque en Dios tenemos la vida, el movimiento, el ser. El pez encuentra en el agua cuanto necesita para vivir, porque el agua es su elemento, y si le sacaran de ella sentiría un malestar indefinible y haría cuanto pudiera para verse de nuevo en los ríos o los mares, porque sabe que fuera de ellos habrá forzosamente de morir.

Así debemos ser también nosotros en relación con Dios, océano infinito. Sumergidos en él, no dejemos nunca de VIVIR DE ÉL, ni de buscar en su seno el alimento espiritual y cuanto puede satisfacer la inteligencia y la voluntad. A él debemos la existencia, las luces de la razón y de la fe, todos los bienes de naturaleza y gracia. Fuera de él no existe más que la nada, la ignorancia, la corrupción y el pecado. Permanezcamos, pues, en este Dios inmenso como él permanece en nosotros; que su recuerdo esté siempre inspirándonos sentimientos de respeto, de agradecimiento, de confianza y de amor.

El pez encuentra en las aguas del mar o de los ríos su bienestar, lo que no encontraría en la tierra. De la misma manera el alma, si quiere vivir vida interior, deberá contentarse con Dios, gozarse solo en él, descansar en él de sus trabajo, y no buscar satisfacciones fuera de su amor y de la divina presencia. El pensamiento de estar en gracia con esta Amabilidad infinita a la que podemos adorar, amar, glorificar y agradar, debería bastarnos para consolarnos en nuestras aflicciones, pruebas y humillaciones.

El pez encuentra en su elemento REFUGIO Y SEGURIDAD. Atacado, se sumerge en el fondo de las aguas, huyendo de sus enemigos de fuera. Así deberíamos nosotros proceder cuando Satanás y el mundo nos provocan a la lucha. Hundámonos con el pensamiento más profundamente en Dios; unámonos más estrechamente a él por la oración y la confianza; apoyémonos en su poder, sabiduría y santidad; de esta manera paralizaremos todos los esfuerzos de los enemigos.

¡Oh Dios mío, Creador y Conservador de todo cuanto existe! En ti y por ti se mueve y tienen ser todas las criaturas. Tenme siempre unido a tu bondad y hazme ser agradecido a todos tus beneficios. ¡Oh plenitud de la verdadera riqueza!, concédeme espíritu de ORACIÓN para que con él aprenda a buscar constantemente en ti la vida celestial e interior, la paz de la conciencia, la fuerza necesaria para vencer en los combates y la dulce esperanza de abismarme algún día en tus delicias inefables. Así sea.

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