7 DE OCTUBRE. NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

 La SEÑAL DE LA CRUZ con que empezamos el Rosario nos recuerda los grandes misterios de un Dios en tres Personas, de la Encarnación y de la Redención. El SEÑOR MÍO JESUCRISTO que rezamos después, es oración hermosísima, en la que están compendiados actos de fe, de profundo dolor, de propósito de enmienda, de ofrecimiento de si mismo y de confianza en la divina Bondad.

Luego rezamos el Padrenuestro y el Avemaría, oraciones que están por encima de toda alabanza humana, por ser de origen divino. El PADRENUESTRO brotó del mismo Corazón de Cristo. Breve fórmula y fácil de recordar, está lleno de la doctrina del Maestro y encierra, como dice Tertuliano, el verdadero medio de honrar a Dios. San Roberto tenía de la oración dominical el más elevado concepto, y no se cansaba de repetirla hasta en el sueño.

Después de cada Padrenuestro del Rosario rezamos diez veces el Avemaría. "Nunca, dijo la Virgen a Santa Matilde, podrá el hombre inventar nada más excelente que esta salutación angélica; con ella el Padre me saludó el primero, y en virtud de su omnipotencia me eximió de la mancha original. Con ella el Hijo de Dios me iluminó con su infinita Sabiduría, para convertirme en el Astro luminoso que alumbra cielos y tierras, conforme a la significación de mi nombre de María. Y con ella el Espíritu Santo, penetrándome con la plenitud de su divina dulzura, me colmó con su gracia de tal manera, que siempre que se busque se hallará en mi la gracia."-Estas palabras de Nuestra Señora nos enseñan lo mucho que aprecia el Avemaría, y, por consiguiente, el Rosario, que, entero, nos la hace repetir ciento cincuenta veces.

El GLORIA PATRI que decimos de misterio a misterio, nos recuerda que todo en este mundo debemos hacerlo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es decir, para gloria de la santísima e indivisible Trinidad.

¡Oh Virgen bienaventurada!, quiero ofrecerte con frecuencia la celestial oración del Avemaría, no solo al rezarla en el Rosario, sino también a todas las horas del día. Porque, según Tomás de Kempis, nada existe ni más glorioso para ti, ni más consolador para nosotros, que esta plegaria del cielo, que recuerda tus GRANDEZAS, nos trae al pensamiento tus BENEFICIOS y hace que te honremos, demos gracias e imitemos tus VIRTUDES. 

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