8 DE OCTUBRE. LA VIDA INTERIOR

 Como la vida interior nos desprende de la tierra y de nosotros mismos para elevarnos hasta Dios, plenitud de todos los bienes, tiene por fuerza que surtir en el alma los más preciosos efectos. Lo primero de todo, reformar el ESPÍRITU y el CORAZÓN, comunicándonos pensamientos y sentimientos distintos de los del mundo, la naturaleza y el hombre viejo, para hacernos adquirir las ideas, máximas e inclinaciones del hombre nuevo, que es Cristo.

El divino Redentor era manso, humilde y dócil; por eso existe en el hombre interior ese espíritu de DEPENDENCIA con relación a Dios; se ve perdido en él como átomo impalpable en el espacio sin límites, y no es capaz de oponerle la menor resistencia. Sabe que es objeto constante de la ternura y de los beneficios divinos; por eso, el agradecimiento y la confianza rebosan de su corazón, encendiendo y avivando en él la llama del amor divino. No cesa de alabar al Señor, su constante bienhechor; le agradece los favores que le dispensa y se abandona totalmente a su divino beneplácito. Nunca se queja de las contrariedades ni de los acontecimientos adversos, porque tiene la costumbre de ver en todo la acción de la Providencia de Dios, siempre sabia, amable y pendiente de proporcionarnos cuanto nos conviene, especialmente en el orden de la salvación.

Dice la Imitación de Cristo, a propósito de la vida interior: "Si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti y te mostrará su consolación. Toda su gloria y hermosura está en lo interior; y allí se está complaciendo. Su continua VISITACIÓN es con él hombre interior, con él HABLA dulcemente, tiene agradable CONSOLACIÓN, mucha paz, y admirable FAMILIARIDAD (Imit. lib. II, cap. I)"; y así está alma se ve compensada con creces de los sacrificios que se impone para permanecer siempre unida a Cristo y dedicarse a su servicio. ¡Oh cuán preciosos los efectos de la vida interior y cuán dignos también de nuestros deseos y esfuerzos!

¡Oh Jesús mío!, concédeme la gracia de aborrecer las satisfacciones de los sentidos y del amor propio, para unirme más estrechamente a ti. Hazme preferir la soledad y el silencio a las conversaciones del mundo; encontrar la felicidad en la íntima conversación contigo acerca de los intereses del alma y de la santificación. Ayúdame a cumplir las siguientes resoluciones: 1ª colocarme diariamente bajo la protección de San José, patrón de la vida interior, pidiéndole me alcance espíritu de oración; 2ª imitar su vida en Nazaret, donde consagró a Jesús y a María toda su ATENCIÓN, su AMOR, sus ACTIVIDADES, sin preocuparse de las cosas vanas y pasajeras de este mundo.

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