14 DE NOVIEMBRE. LAS PRÁCTICAS PIADOSAS

 Si queremos que nuestras prácticas piadosas sean eficaces hemos, ante todo, de tener el más ELEVADO CONCEPTO de ellas. Son alimentos totalmente indispensables para la vida espiritual; son vínculos preciosísimos que nos unen a Dios, canales por los que se nos transmiten las gracias de salvación. ¡Desgraciadas las almas que de esto se priven voluntariamente! Al verse abandonadas a su débil razón y vacilante voluntad, pronto se convierten en esclavas de terrenos afectos, de inconstantes deseos y acaban por caer en los abismos del pecado.

Convencidos de ello, debiéramos ir a la oración, al santo sacrificio de la Misa y a la sagrada Comunión, con el mismo ARDOR con que el ciervo sediento busca las fuentes de agua viva para apagar la sed, y con la misma prisa con que el hambriento se dispone a participar de un espléndido banquete. La meditación, la lectura espiritual, el Rosario, el Oficio divino y la visita al Santísimo Sacramento deberían atraernos mucho más que las diversiones y deleites. El alma que realmente anhela la propia perfección ve en las prácticas piadosas minas abundantes de sobrenaturales riquezas, que aun en esta vida nos granjean toda clase de bienes y nos hacen dueños de inmenso tesoro para la eternidad; por eso las cumplen con gran cuidado y deseo de hacerla provechosas.

Los frutos que de nuestros ejercicios de piedad debemos generalmente recoger, son: 1º una disposición habitual para obedecer sin restricción alguna cuanto el Señor se sirva ORDENARNOS. De esta manera nos preparamos, no solo a cumplir con perfección los deberes corrientes, sino también a cumplir con generosidad los más penosos que nos exijan las circunstancias, pidiéndonos mayores sacrificios; 2º un dilatarse el corazón como se dilataba el de los santos, para ofrecernos a Dios en holocausto, y aceptar por anticipado no solo las PENAS inherentes a las obligaciones, sino también aquellas que la divina Majestad se digne enviarnos, haciéndonos tal vez sangrar el corazón.

Estos sentimientos, alimentados por las prácticas piadosas, nos conservan la VERDADERA DEVOCIÓN, que es abnegación en servicio de Dios. Hacen que nos dobleguemos a la voluntad del Señor y nos disponen a ejecutar y sufrir cuanto quiera ordenarnos y enviarnos. De esta manera adquirimos el MÉRITO  no solo de las buenas acciones y trabajos soportados como es debido, sino además el mérito de cuanto estamos dispuestos a realizar o a sufrir para obedecer a la Voluntad divina.

¡Oh Jesús! Te doy gracias por este razonado atractivo que siento hacia las prácticas de piedad que me hará participar de tus bienes y me unirá a ti estrechamente. Ayúdame a cumplir la RESOLUCIÓN de buscar en los ejercicios de devoción, no los consuelos sensibles, pero si las fuerzas y luces tan necesarias para cumplir mis deberes y soportar las cruces que te sirvas enviarme. Concédeme la gracia de apreciar en su valor la felicidad de conversar contigo; Haz que cumpla las prácticas de piedad con FE, ATENCIÓN, FERVOR y PERSEVERANCIA hasta el fin.

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