28 Nov QUE CAUTELAS NOS ACONSEJAN LAS TRES VENIDAS DE JESÚS

 El divino Redentor nos aconseja VIGILANCIA Y ORACION como medios de prepararnos a su último advenimiento. También estos medios habrán de servirnos para disponernos a sus dos primeras venidas a la tierra y para pasar el tiempo de Adviento recogidos. ¡Cuántos bienes trae consigo la vigilancia propia! Nos aleja de los peligros del mundo, nos lleva a mortificar las miradas, el oído, el paladar, las palabras y nos hace evitar las faltas que se cometen con propósito deliberado. Inspira en nosotros el recogimiento, que es un acto de la voluntad por la cual sustraemos los sentidos, la imaginación, la memoria y la razón a la influencia de los objetos exteriores, para ocuparnos únicamente de Dios. De esta manera, ordenamos los pensamientos, las intenciones, las palabras, los afectos y la conducta de tal forma, que en nosotros todo se encamine al Señor. La vigilancia, por tanto, nos obliga a combatir la tibieza, la cobardía; a ahogar nuestras aversiones y a corregir el carácter, reprimiendo sus brusquedades y acritudes.

Pero la vigilancia no es perfecta si no va unida a una constante oración, que es otro de los medios que también recomienda el Señor: "Velad pues orando en todo tiempo". Orar en todo tiempo no es solamente orar por la mañana y por la noche y antes  y después de las comidas; es también recurrir a Dios en las tentaciones, adversidades, dificultades y penas de cada día y de cada momento; es meter a Jesús en nuestros intereses temporales y espirituales; es, por consiguiente, invocarle en los trabajos, ocupaciones, asuntos, visitas y gestiones; en los reverses cómo en los éxitos; en los fastidios, el tedio y la aridez, lo mismo en las dulzuras de la devoción. Orar de esta manera es orar en todo tiempo o conversar siempre y en todas partes con el amigo mas fiel del alma, cuya intimidad está llena de suavidades y nos hace adelantar en virtud. La VIGILANCIA Y LA ORACION son, por tanto, medios eficacísimos para prepararnos a los tres advenimientos del Señor en la Encarnación, la Comunión y el Juicio final.

Al vigilarme siempre y al orar constantemente me preservo del contagio del vicio, de la tiranía de las pasiones y de los demás apetitos que engañan y seducen a tantos corazones.

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