06 Dic. LA BONDAD DE SAN NICOLAS Y LA CONFIANZA DE LOS HOMBRES

La bondad de san Nicolás y su compasión por los desgraciados eran tan conocidas, que aun durante su vida acudían de todas las regiones para gustar los sabrosos y abundantes frutos que de ella se recogían. San Nicolás, por su parte, salía siempre al encuentro de las necesidades del prójimo. En cierta ocasión que escaseó el trigo en su diócesis de modo alternante, supo por revelación que un mercader tenía en cierto puerto de Sicilia varios barcos cargados con ese cereal. San Nicolás se le apareció en sueños para ordenarle se hiciera se hiciera a la vela y vendiese en Mira el trigo; el mercader obedeció con gran provecho para él y para el pueblo hambriento.

¡Cuántas veces el santo Arzobispo multiplicó los víveres en favor de los necesitados! Durante dos años alimentó su ciudad episcopal con una cantidad de trigo que apenas hubiera bastado para alimentarla unas cuantas semanas.. En otra ocasión bendijo un trozo de pan que se multiplicó hasta el punto de servir de comida a ochenta y tres obreros. Su caridad le hacía obrar esos prodigios, no solo a su alrededor, sino también a distancia y hasta países extranjeros.

Tres oficiales condenados a muerte por falso testimonio, se acordaron de Nicolás, a quien no hacia mucho habían visto; le invocaron como si estuviera en los cielos coronado de gloria, y no oraron en vano; porque el Santo se apareció en sueños al emperador Constantino y le amenazó con grandes castigos si no revocaba la sentencia que contra  unos inocentes había dictado. El emperador, en cuanto despertó, absolvió a los tres oficiales, a quienes colmó de regalos para el Santo, que les había conseguido la libertad.

¡Grande era por tanto, el poder de San Nicolás, que a largas distancias movía los corazones de los príncipes y ayudaba a los mas desgraciados y abandonados! Muchos son los ejemplos, como el citado, que justifican la confianza que todos tenían puesta en él. En una ocasión, se bilocó, viéndose al mismo tiempo en la catedral en que oficiaba y gobernando el timón de un barco expuesto a naufragio, cuyos marineros le habían invocado. Al darle gracias, el Santo les dijo: "Dad gloria a Dios, que es quien os ha salvado, porque yo soy un predicador e inútil siervo. Sólo el Señor es quien obra grandes maravillas". -Luego habló con ellos por separado y les dijo cuales eran los pecados secretos que tenían y de los hábitos que debían de corregirse, para no volver a encontrarse en peligros como el que acababan de pasar.- De esta manera los santos, uniendo la humildad a la caridad, saben aprovecharse de todo para llevar las almas a Dios.



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