08 Dic BIENES QUE RECIBIO MARÍA EN SU CONCEPCIÓN

Así como del sol se desprende la luz en rayos purísimos y deslumbradores, así se desprendió María de manos del Creador, hermosísima, perfectísima, brillantísima de luz de gloria a los ojos de la corte celestial. Su alma desde entonces recibió, según la naturaleza, tan grande perfección, que solo Dios puede comprenderla. Inteligencia penetrante, espíritu firme, discernimiento seguro, mente luminosa, profundos y variadísimos conocimientos, todas las mas sublimes cualidades del corazón: sentimientos nobles, tiernos y generosos, y, en una palabra, todos los dones naturales que elevan y adornan el alma, le fueron concedidos.

Y ¿qué decir de los tesoros de GRACIA con que fue dotada? Eran incomparablemente mas grandes y preciosos que cuanto los ángeles y santos han poseído jamás. Iluminada por el Espíritu Santo, la fe de la Virgen era capaz, no solo de transportar montañas, sino de reconciliar el cielo con la tierra, como hizo al atraer a su seno purísimo al Unigénito de Dios. Nadie podría medir el abismo sin fondo de su humildad y su profundo horror, no solo al pecado, sino también a la mas leve sombra de imperfección.

En nosotros la luz de la gracia atraviesa con dificultad las espesas nubes de la nativa ignorancia, y a penas si llega al corazón a través de las malas inclinaciones, sobre todo de la concupiscencia que se le interpones. En María acontece justamente lo contrario: La naturaleza ayuda a la gracia, y ésta eleva la naturaleza  al más alto grado de la santidad creada. Raudales de purísima luz la inundan y penetran, haciéndola brillar como el sol; virtudes infusas y dones extraordinarios puede decirse  que la divinizan en cierto modo, y la inflama una caridad tan ardiente, que su llama hubiera podido consumir al universo. No es de extrañar que el Espíritu Santo exclame al contemplarla: "¡Qué hermosa eres, Amiga mía, que hermosa eres!" (Cant 4,1). 

Examinemos si cultivamos la belleza interior del alma con los mismos cuidados que una flor preciosa y delicada. Sepamos aprovecharnos de las luces y gracias que diariamente se nos conceden, porque algún día tendremos que dar cuentas a Dios de ellas.

PROPÓSITOS:

1- aumentar mi espíritu de fe y de sacrificio para que en todo obre, no por humos, capricho, pasión, sino con alma y discreción, a impulsos del Espíritu de Dios.

2- una gran atención que me lleve a reflexionar y orar: a reflexionar sobre las grandes verdades reveladas, y a orar invocándote con frecuencia, sobre todo en los momentos de lucha contra las tentaciones impuras.

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