09 dIC. MEDIOS PARA ADQUIRIR Y CONSERVAR LA PERFECTA PUREZA

Para que la castidad pueda reinar en el alma es necesario que vaya acompañada de las demás virtudes. Porque no podríamos guardarla intacta si careciéramos de espíritu de HUMILDAD. Dios castiga con frecuencia a los orgullosos, permitiendo que a veces caigan en faltas vergonzosas; esto fue precisamente lo que le aconteció al rey David, como él mismo lo confiesa (Salm 118,67) "Cuando se quiere vencer las tentaciones de la carne solo por la continencia, dice san Juan Clímaco, se asemeja una a aquel que, habiendo caído al mar, quiere salvarse nadando con una sola mano"; hay, por tanto, que fortalecer la continencia con la virtud de la humildad, desconfiando de sí mismo y apoyándose únicamente en Dios.

Para ser castos, además de humildes, habremos de ser MORTIFICADOS. El alma que quiere practicar la castidad tiene que vivir como lirio entre espinas. Es imposible conservarse completamente pura halagando el cuerpo, dando libertad a los sentidos y viviendo en la molicie, la perza y la ociosidad. Para ello es necesario mortificar las miradas, cerrar los oídos a toda palabra peligrosa, abstenerse de ciertas lecturas y combatir el vicio de la intemperancia. "¡Qué engaño tan grande, exclama san Jerónimo, pretender vivir en el seno de las delicias, sin ser atacado por los vicios que de ella dimanan!".

Para conservarse en pureza perfecta es también necesario ORAR, y, sobre todo, ser muy devotos de la Virgen  concebida sin pecado. Recordemos que María, libre de toda concupiscencia, lejos de contraer la más leve mancha, sobrepasó a los ángeles en inocencia y pureza. Por eso mismo infunde voluntad de vencer a todos cuantos la invocan en los momentos de lucha contra los apetitos carnales, pues jamás la implora en vano quien es tentado contra la virtud de la pureza.

Examinemos, pues, nuestro corazón y conducta y veamos:

1- si somos humildes en pensamientos y sentimientos; si desconfiamos de nosotros mismos y recurrimos con frecuencia a Dios.
2- si no cedemos demasiado a la curiosidad de verlo todo y de oírlo todo, aún a trueque de exponernos a la tentación.
3- si rezamos cuidadosamente y con fervor mañana y noche las tres Avemarías en honor de la Inmaculada Concepción para conservar intacta la pureza.

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