2 Dic. COMO PUEDO RENUNCIAR A MI VOLUNTAD

 La mejor manera de curar nuestro amor propio, del cual dimana ela apego a nuestra voluntad, es DESPRECIARNOS y aborrecernos santamente. Para alcanzarlo, consideremos con frecuencia lo que somos, abandonados únicamente a nuestras fuerzas. ¡Cuánto orgullo, cuántas tinieblas, cuanta corrupción, cuánta flaqueza, cuánta malicia hay en nosotros y a cuántas miserias vivimos sujetos! Sin la asistencia divina serian innumerables las faltas y crímenes cometeríamos.. Si lo consideráramos todos los días, acabaríamos por asentir hacia nosotros mismos santo horror, y adquiriríamos valor para vencernos siempre que se nos presentara la ocasión.

Como mas despreciaremos la propia voluntad es COMPARANDOLA a menudo con la voluntad de Dios. Esta es en sí sapientísima, santísima, perfectísima y amabilísima, mientras que la nuestra es ignorante, viciosa, detestable y abyecta; ¿Cómo es posible que estemos tan apegados a ella? La voluntad del Creador merece, en cambio, todos nuestros homenajes; únicamente quiere nuestro bien, porque nos ama con amor sin límites. Siempre prudente y santificante, nos eleva poco a poco hasta las cimas de la virtud. Seríamos santos si nos esmeramos en cumplirla puntualmente en todo. apenas dijo Saulo a Jesús con toda sinceridad: "Señor, ¿Qué quieres que haga?", se convirtió en vaso de elección.

El buscar únicamente el beneplácito divino en romper en nuestros corazones las cadenas que lo sujetan a la tierra. Cuando lo único que nos interesa es obedecer al Señor, fuente y plenitud de todo bien, dejan de importarnos las vanidades terrenas, y podemos exclamar como David: "¡Oh, quien me diera alas como la paloma para echar a volar y hallar reposo! (Salm 54,7)".

Examinemos si son éstos los sentimientos y tomemos las siguientes resoluciones:

1- Recordar con frecuencia el abismo de nuestra nada, corrupción e ignorancia, abismo del que Dios nos saca en todo momento.

2- Aborrecer nuestra depravada voluntad y amar únicamente la voluntad divina, siempre perfecta y amabilísima.

3- Apegarnos al Bien supremo y eterno e infinito y servirle siempre y en todo fielmente.

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