20 Dic DIOS NOS AMA HASTA EL EXTREMO...

 ...de darse totalmente a nosotros. 

Y no solamente nos dio el Señor tantas hermosas criaturas, sino que no vio satisfecho su amor hasta que se nos dio y entregó El mismo (Gal. 2 20). El maldito pecado nos había hecho perder la divina gracia y la gloria, haciéndonos esclavos del infierno; pero el Hijo de Dios, con asombro del Cielo y de la tierra, quiso venir a este mundo y hacerse hombre para redimirnos de la muerte eterna, y conquistarnos la gracia y la gloria que se habían perdido. 
Maravilla sería que un poderoso monarca quisiera convertirse en gusano por amor de estos míseros seres. Pues infinitamente más debe maravillarnos ver a Dios hecho hombre por amor a los hombres. «Se anonadó a Sí mismo tomando forma de siervo…, y reducido a la condición de hombre…» (Flp. 2 7). ¡Dios en carne mortal! «Y el Verbo se hizo carne» (Jn. 1 14)…  
Pero nuestro asombro y pasmo crece al considerar lo que después hizo y padeció por amor nuestro el Hijo de Dios. 

Bastaba para redimirnos una sola gota de su preciosísima Sangre, una lágrima suya, una sola oración, porque esta oración de persona divina tenía infinito valor y era suficiente para rescatar el mundo, e infinitos mundos si los hubiera. Mas, dice San Juan Crisóstomo, «lo que bastaba para redimirnos no era bastante para satisfacer el amor inmenso que Dios nos tenía». No quiso únicamente salvarnos, sino que le amásemos mucho, porque El mucho nos amó, y para lograrlo escogió vida de trabajos y de afrentas, y muerte amarguísima entre todas las muertes, a fin de que conociésemos su infinito y ardentísimo amor hacia nosotros. «Se humilló a Sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp. 2 8).  
¡Oh exceso de amor divino, que ni los ángeles ni los hombres llegarán nunca a comprender! «Exceso» le llamaron en el Tabor Moisés y Elías, refiriéndose a la Pasión de Cristo (Lc. 9 31). «Exceso de dolor, exceso de amor», dice San Buenaventura. Si el Redentor no hubiera sido Dios, sino un deudo o amigo nuestro, ¿qué mayor prueba de afecto podría habernos dado que la de morir por nosotros? Ya que «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn. 15 13).  

Si Jesucristo hubiese tenido que salvar a su mismo Padre, ¿qué más pudiera haber hecho por amor a El? Si tú, hermano mío, hubieses sido Dios y creador de Cristo, ¿qué otra cosa hiciera por ti sino sacrificar su vida en un mar de afrentas y dolores? Si el hombre más vil de la tierra hubiese hecho por ti lo que hizo el Redentor, ¿podrías vivir sin amarle? 

¿Crees en la Encarnación y muerte de Jesucristo?… ¿Lo crees y no lo amas? ¿Y puedes siquiera pensar en amar otras cosas fuera de Cristo? ¿Acaso dudas de que te ama?… «¡Pero si El vino al mundo –dice San Agustín–, para padecer y morir por ti, a fin de patentizarte el amor que te tiene!».  Tal vez antes de la Encarnación del Verbo el hombre pudiera dudar de que Dios le amase tiernamente; pero después de la Encarnación y muerte de Jesucristo, ¿cómo puede siquiera dudar de ello? ¿Con qué prueba más clara y tierna podía demostramos su amor que con sacrificar por nosotros su vida?… Tal vez estamos demasiado acostumbrados a oír hablar de creación y redención, de un Dios que nace en un pesebre y muere en una cruz… ¡Oh santa fe, ilumina nuestras almas! 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)