25 Dic. EL NACIMIENTO DE JESUS EXIGE DE NOSOTROS ADORACION, CONFIANZA Y AMOR

Después del primer ímpetu de alegría y de gratitud, preguntémonos: "Quién nace en este día?" La fe nos responderá: "Es el Unigénito de Dios, el Verbo Eterno, hecho hombre para salvarnos. En el Cielo, los ángeles cubren su rostro y se anonadan ante su sacrosanta Majestad; y los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, revestidos de blancos ropajes y con coronas de oro, constantemente se postran ante el solio del Cordero sin mancilla, inmolado desde el principio del mundo en los sacrificios delos Patriarcas. ¿Cómo no arrodillarnos nosotros junto a este humilde pesebre donde descansa el Creador del universo? Humillémonos en su presencia, y unidos a María, a José y a los espíritus celestiales, rindámosle los homenajes de adoración de que somos capaces.

Después de la fe despertemos nuestra confianza. No es un trono lo que hoy día tenemos ante los ojos, sino una cuna, y no entramos en el palacio de un rey, sino en un pobre establo. No se trata aun de trabajos, de fatigas, ni de cruces e instrumentos de suplicio; no se nos habla de austeridades, de inmolación, de muerte total a a nosotros mismos y a todo lo creado, sino tan solo de silencio, de soledad, de recogimiento y de oración; y tampoco tratamos de la vida escondida, ignorada y olvidada; si, en cambio, de imitar a Jesús en su sencillez, obediencia y amor.

Y quién no amará a este NIÑO-DIOS, Majestad infinita, que quiso rebajarse a nuestra nada? ¿Quién no dará el corazón a este Dueño de los Cielos y tierra, Dios todopoderoso, que, para demostrarnos su ternura inefable, nace tan pobre y tan débil? ¡Oh Verbo encarnado!, ¡Divino sol de justicia!, ¡cuán dulce es para mí tu amanecer!, ¡qué vivificante tu calor! Triunfa en mí con la pequeñez, la pobreza, la debilidad y con todos los encantos de tu infancia. ¿Cómo podré jamás resistir un Dios que emplea armas semejantes para vencerme?

Adoro y amo tus tres nacimientos: tu nacimiento en el seno del Padre, donde fuiste engendrado desde toda eternidad; tu nacimiento en Belén, donde te diste a nosotros revestido de tu santísima humanidad; tu nacimiento en nuestros corazones, en donde habitas por el Amor y por la Sagrada Comunión. En virtud de estos nacimientos figurados por las tres Misas que en Nochebuena se celebran, te ruego me concedas la gracia de creer en tu generación eterna y divina, la gracia de esperar en tu profundo anonadamiento, y la gracia de amar tu bondad infinita que se digna venir a habitar en mi corazón.

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