28 Dic. LA DEGOLLACIÓN DE LOS SANTOS INOCENTES

¡Qué felicidad la de los Santos Inocentes: morir en lugar del Niño Jesús, y cuánta fue la gloria que por tal muerte alcanzaron! Bautizados en su sangre, como nosotros lo hemos sido en el agua, son VERDADEROS MÁRTIRES. Nosotros no teníamos uso de razón cuando recibimos la fe, la gracia, la adopción divina y los derechos a la herencia de los santos. ¿Por qué no habían ellos de recibir del mismo modo, con el bautismo de sangre, los dones, los privilegios, la aureola y la palma de los mártires? "Tuvieron además el honor de SER LAS PRIMICIAS , los primeros que con su muerte dieron testimonio del Verbo encarnado, ilustrando a la vez su nacimiento y los principios de la Iglesia que venía a fundar. Flores de martirio, dice San Agustín, hicieron su aparición como los primeros pimpollos del año, en medio del frío de la infidelidad y del viento helador de la persecución que los arrebató.

¡Felices niños, maduros para el cielo antes de haber CONOCIDO LA TIERRA! Semejantes a la paloma del Arca de Noé, apenas vislumbraron el destierro remontaron el vuelo hacia los confines del cielo y fueron a anunciar a los patriarcas del Limbo el amanecer del Sol de Justicia. Es verdad que el filo de la espada segó su vida en el umbral de la existencia y que la tempestad los tronchó como rosas de sus tallos. Pero mientras el Niño divino hacía la entrada en este mundo de luchas y sufrimientos, ellos, victoriosos, lo abandonaron para gustar del reposo y alegrías de la vida verdadera.

Saludémoslos con amor y felicitémoslos por su inefable DICHA. Sobre todo, recurramos a ellos para que interponga su crédito en favor nuestro y nos alcancen Niño Dios las gracias que tanto necesitamos: SENCILLEZ de espíritu y de corazón para que, buscando solo a Jesús con el pensamiento, los afectos y deseos, merezcamos esas palmas y coronas con que juegan los santos inocentes, según la expresión de la Iglesia.

Pero no nos contentemos con invocarlos, sino que además: 

1º practiquemos la rectitud o pureza de intención para no tener más miras que Dios y su beneplácito, pues tal es la infancia cristiana; 

2º no nos preocupemos de los que los hombres piensen o digan de nosotros, y demos únicamente importancia al juicio de Dios. 

-¡Oh Jesús!, por intercesión de los santos Inocentes, te ruego me hagas cifrar la gloria en ser humillado y perseguido por tu Nombre y en que tú seas por ello glorificado. Hazme vivir en este mundo como sí estuviera en él solo contigo. 

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