29 Dic HAY QUE RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO

 Con razón se dice que está loco el hombre que dilapida la fortuna en caprichoso fútiles; pero ¿Cuánto más loco es quien malgasta el tesoro del tiempo y compra con él la eterna condenación! Hay distintas maneras de perder el tiempo. Unos pasan la vida en la OCIOSIDAD y se  exponen a adquirir toda clase de vicios; "pasé un día por el campo del perezoso y vi que todo estaba lleno de ortigas (Prov. 24, 30)"; otros, sin estar ociosos, emplean muchas horas en fruslerías e INUTILIDADES, y, como dice la Escritura, "con sus afanes tejieron telas de araña (Is. 59, 5)". Se fatigan sin provecho y se abstienen del mal, pero no hacen ningún bien. Recordemos que el divino Maestro dijo "que todo árbol que no produce fruto será cortado y echado al fuego (Mat. 3, 10)"; que en cierta ocasión maldijo una higuera porque no tenía fruto (Marc. 11, 12).

Se pierde también el tiempo cuando se hace COSA DISTINTA de la que se debe hacer. "Si la ociosidad es un mal, dijo San Juan Crisóstomo, el trabajo extemporáneo también lo es." Dios nos puso en la tierra para que cumplamos los deberes que nos incumben; por tanto, no obremos al dictado de nuestra fantasía. Solazarnos cuando hay que trabajar, ocuparse de asuntos que no apremian cuando es hora de meditación, rezo, lectura espiritual, es salirse del orden marcado por Dios y es perder el tiempo. El siervo que no cumple con la voluntad del amo, aunque haga maravillas, será despedido de su servicio, lo mismo que el que no sabe cumplir con sus obligaciones. "Si solo la inutilidad de la vida puede perdernos, dice San Bernardo, qué será su mal empleo."

EXAMINEMOS si los momentos que Dios nos concede los utilizamos en provocar su justa cólera, en vez de aprovecharlos para expiar los pecados, adquirir virtudes y atesorar méritos. Quizá perdemos el tiempo en vanos ensueños, en frívolas conversaciones, en ocupaciones inútiles, en lecturas entretenidas y en diversos pasatiempos que nos impone la sensualidad, más que la salud, la obediencia o la caridad.

¡Dios mío! concédeme la gracia de perfeccionar la vida, adoptando la norma de San Vicente de Paúl: "No obrar nunca por movimiento natural, ni por interés, inclinación, humor o capricho, sino que cumplir en todo tu adorable voluntad." 

Propósitos: 

1º pensar con frecuencia en el momento supremo en que tu terrible tribunal habrá de decidir mi suerte eterna; 

2º prepararme todos los días y procurar vivir en todo instante como si en muy breves horas tuviera que morir.

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