30 DE ENERO. JESÚS, AMIGO DEL TRABAJO

 Jesús nos ha dado ejemplo de RECOGIMIENTO aun en medio de las ocupaciones que más pueden distraer. Gozando siempre de la visión beatifica, no podía perder nunca de vista la divinidad. Nosotros, por el contrario, tenemos  una imaginación tan inquieta, que apenas la podemos sujetar. ¿Cómo poner remedio a este mal? San Francisco de Sales nos contesta: "En los asuntos que no precisan mucha atención, miremos más a Dios que a los asuntos; y cuando éstos exigen toda nuestra atención, por lo menos de cuando en cuando, miremos hacia Dios, para ver si le agradamos con nuestras ocupaciones." Muchos santos supieron unir al trabajo más asiduo la más alta contemplación, y esto es precisamente lo que Santa Teresa llama el colmo de la perfección. En efecto, aunque la oración sobrepase en excelencia a la acción, las dos unidas elevan el alma al más alto grado de santidad.

De este modo se desprende que para santificar nuestra vida debemos añadir a nuestros ejercicios piadosos la costumbre de ofrecer al Señor con frecuencia trabajo, estudios, lecturas y demás ocupaciones. Ofrezcámoselas, en unión del trabajo del Niño Jesús. Haciendo también frecuentemente oraciones JACULATORIAS, sobre todo cuando nos rinda el cansancio o nos fatiguen los asuntos.

¿OBRAMOS de esta manera? 

  1. ¿Hacemos a menudo durante el día frecuentes actos de amor, de resignación, , de confianza y de petición?
  2. ¿Empezamos el trabajo diario manual o intelectual, sin habernos antes encomendado a Dios?
  3. ¿Huimos siempre de las prisas, de la agitación, de la turbación, de la impaciencia y de todo cuanto, al secar el corazón, disminuye la devoción y menguan nuestros méritos?
Pongamos, de ahora en adelante, orden en nuestras acciones, estando siempre ocupados, pero con sosiego, cuidadosamente y bajo la mirada y la dependencia de Dios.

¡Oh Jesús, mi adorable modelo! Tú mismo dijiste: "Mi Padre se ocupa incesantemente y yo me ocupo con él." Tu acción exterior nunca perjudicó a tu paz interior. Por la intercesión de tu Santísima Madre, concédeme la gracia de santificarme, al igual tuyo, en mis deberes de estado, ejercitándome en el RECOGIMIENTO interior, en la rectitud de INTENCIÓN y en el hábito de la oración.

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