18 DE FEBRERO. LA ORACIÓN CONTINUA.

 Los ejemplos de la vida del Salvador confirman su doctrina de manera maravillosa: toda su vida fue constante oración. La VISIÓN BEATÍFICA de la que gozaba, y el pensamiento de su dolorosa Pasión, que claramente preveía, no se apartaban de él un momento y elevaron su alma hacia Dios desde el instante de su encarnación hasta la hora de su muerte. Cuando nació, dice el Apóstol, se ofreció a su eterno Padre (Heb. 10, 7); y San Alfonso nos lo hace contemplar en su humilde CUNA DE BELÉN adorando, amando y elevando súplicas al Dios de cielos y tierra. Más tarde, en Egipto y en NAZARET, hasta que cumplió la edad de treinta años se dedicó a trabajos manuales, pero sin dejar por ello un solo instante de estar unido a su Padre por la oración y la contemplación.

Cuando llegó la hora de PREDICAR el Evangelio, él, el autor de todas las gracias, como si hubiera necesitado una preparación especial, se retiró al desierto, donde permaneció durante cuarenta días y cuarenta noches, enseñándonos a no emprender obra sin habernos antes encomendado a Dios. -San Lucas cuenta que de día el Señor instruía al pueblo, pero que  llegando LA NOCHE se retiraba al Monte de los Olivos para orar, lo que solía hacer con mucha frecuencia siempre que se encontraba cerca de Jerusalén (Luc. 21, 37, y Jn. 18, 2). A veces, dice San Marcos, se levantaba MUY DE MAÑANA e iba al desierto para orar (Mc. 1, 35). En otras ocasiones, se alejaba de la multitud o la despedía para irse a hacer oración (Mt. 14, 23). Y San Mateo, en su Evangelio, nos indica que, en cierta ocasión, esta oración del Señor llegó a prolongarse hasta DOCE HORAS seguidas (Mat. 14, 23).

¡Cuán inefable es la ternura del Corazón de Jesús! Sin tener necesidad de oración, oraba noches enteras para darnos así ejemplo divino que imitar. Y nos anima para que hagamos de nuestra vida en la tierra un aprendizaje de lo que habrá de ser la vida del cielo, donde los elegidos conversan constantemente con Dios. Y ¿Qué podría existir para la criatura ni más noble, ni más dulce, ni más ventajoso, que poderse comunicar a la continua con su Creador, que es la plenitud de todos los bienes?

A pesar de esto, Señor, ¡qué amigo soy de lecturas y conversaciones profanas y qué reacio para mis oraciones! ¡Me hastío de orar y de conversar íntimamente contigo! ¡Cuánto habré de ARREPENTIRME a la hora de la muerte de los momentos perdidos en vida, momentos preciosos para pedir auxilio a Jesús y a María y unirme a ti estrechamente! Te ruego me hagas CONOCER claramente:

  1. Cuáles son en mi vida los ratos de ocio que yo mejor podría utilizar en recogerme y orar.
  2. Cuáles los defectos que habré de corregir, valiéndome sobre todo de la vigilancia y la oración.

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