23 DE FEBRERO. OBSTÁCULOS PARA LA ORACIÓN CONTINUA.

 "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos." Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús en el sermón de la Montaña (Mt. 5, 6). ¿Por qué dijo el Señor que los que tuvieran hambre y sed de justicia serían hartos? Porque la sed de justicia o santidad trae consigo la sed de la oración, y con la oración podemos obtenerlo todo de la divina bondad. La oración es como vaso sagrado que hubiese sido entregado a los hombres, para que ellos sacaran el agua viva, que nunca se agota, de las fuentes de la Redención. Si DESEAMOS obtener bienes espirituales y celestiales, no dejemos un solo instante de pedírselos a Dios.

Pero ¿por qué deseamos tan poco estos bienes, que con tanto ardor anhelaban los santos? Porque, desdichadamente, NO TENEMOS la fe que para ello se requiere, ya que para nosotros tiene más importancia lo que llama la atención de los sentidos, impresionándolos, que aquello que habla la verdad a nuestra razón. Pero ¿Qué son en realidad los palacios de los reyes, los honores, las grandezas, las dignidades y la opulencia de los príncipes, que tanto impresionan nuestros sentidos, si lo comparamos con las riquezas eternas? No son sino vanidad de vanidades y aflicción de espíritu, como nos aseguraba el más sabio y poderoso de todos los reyes de la tierra.

¡CUÁNTO MEJOR es poseer la amistad divina, practicar las virtudes, adquirir méritos y unirse a Dios estrechamente, que reinar sobre todo el universo! Dijo el rey Salomón: "Invoqué del Señor el espíritu de Sabiduría, y se me dio. Y la preferí a los reinos y a los tronos, y en su comparación tuve por nada las riquezas (Sabid. 7,7)." -Y el rey profeta exclamaba: "Aborrecí la injusticia y la detesté, y he amado tu santa ley. Siete veces al día te tributé alabanzas por los oráculos de tu Justicia, y a medianoche me levantaba a darte gracias por tus juicios, llenos de ella (Salmo 118, 164)."

¿Cómo, al ver a los santos pedir con tanto ardor los bienes celestiales, los estimamos tan poco que desdeñamos alcanzarlos? Dice San Buenaventura que la más pequeña INVOCACIÓN tiene en sí más valor que el mundo entero, porque nos atrae gracias más preciosas que la creación.

¡Oh Jesús! Aumenta mi fe acerca de la excelencia de los dones y de las virtudes que podría adquirir con oración constante. Inflámame del deseo de participar de tus GRANDEZAS, de enriquecerme con tus BIENES CELESTIALES. Haz que cuente como perdidos los momentos que no emplee en la oración o en acciones para agradarte. -Y a ti, Virgen Santísima, Madre de misericordias, te suplico me alcances las siguientes gracias:

  1. Fe viva sobre las excelencias y riquezas de la gracia.
  2. Verdadero espíritu de oración, llave de los tesoros celestiales.

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