27 DE FEBRERO. DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA. LAS PENAS DE JESÚS

 ¿Quién sería capaz de comprender el inmenso dolor de Jesús al ver clarísimamente los terribles estragos del pecado en las almas? Un alma es su OBRA MAESTRA por excelencia, y ni los ángeles, ni todos los mortales reunidos podrían realizar semejante maravilla, la más perfecta y preciosa de cuantas se puedan concebir. Es la obra del Todopoderoso. Podemos imaginarnos el sentimiento de dolor que tendría un artista si viese manchado, roto, deshecho su cuadro más hermoso. Y más si supiese que fue la mano del hombre al que había colmado de beneficios la que, guiada de perversa intención, había realizado semejante mala acción.

Figurémonos, pues, cuál fue la TRISTEZA del Redentor al ver las almas, creadas a su imagen y redimidas por los dolores de su humanidad santísima, despojadas de su blanca vestidura bautismal arrastrándose en el lodo del pecado, esclavas de las más viles pasiones y ENCADENADAS AL DEMONIO, el más cruel de los tiranos. Estas almas privadas de la vida de la gracia son, a los ojos del Señor, fríos cadáveres incapaces de salir de sus tumbas. Necesitaríamos lágrimas de sangre para llorar semejantes infortunios y reparar tales ruinas.

Estas lágrimas Jesús las derramó en el Huerto de los Olivos por todos los poros de su cuerpo sagrado. No pudo ver el inmenso número de las almas que tan miserablemente se perdían para siempre, sin entrar él mismo en cruel agonía que fue causa del sudor de sangre que corrió por todos sus miembros, que, empapándole las vestiduras, fue cayendo en tierra gota a gota, para purificarla de todos nuestros crímenes. ¡Jesús mío! ¡Qué grande es tu amor por las almas, cuando la pérdida de ellas te causa tantas angustias! Dame la gracia de apreciar el inmenso valor de cada una de ellas y comprender el daño que en ellas causa el pecado.

¿Hemos sabido hasta ahora estimar nuestra alma y la de los demás en su VERDADERO PRECIO? Jesús diariamente se sacrifica por ellas en millares de iglesias, y, preso de amor en el sagrario, está resuelto a permanecer en la divina Eucaristía hasta el fina de los siglos, dándose en la comunión a cuantos desean recibirle y ser por él alimentados. ¿Es posible hacer más por el hombre? Un ejemplo semejante debería impulsarnos a ser abnegados con nuestros prójimos. Pero... corren como ciegos los pecadores hacia los horribles abismos del infierno y apenas si rezamos a Dios por ellos. Sin embargo, salvar un alma sería predestinar la nuestra.

Jesús, devorado por el celo de las almas, no permitas que yo permanezca indiferente y frío cuando se trata de tu gloria y de la salvación de los hombres redimidos por tu sangre. Hazme triunfar de la PEREZA y del RESPETO HUMANO  en todas las ocasiones en que pueda ayudar a los pecadores a salir del lodazal del pecado y librarse de los castigos eternos. Haz que tome las siguientes RESOLUCIONES:

  1. Pensar con frecuencia en la tremenda desdicha de los que viven sin tu gracia.
  2. Rogarte por ellos con gran insistencia, sobre todo por los pecadores moribundos que abandonan esta vida y habrán de comparecer ante tu tribunal, en el que yo también habré de ser juzgado después de mi último suspiro.

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