16 DE MARZO. LA PASIÓN DE JESÚS

 "Todo amor, dice San Francisco de Sales, que no tiene su origen en la Pasión del Salvador, es frívolo y peligroso." ¿Por qué? Si no recordamos siempre a Jesús crucificado podremos con facilidad engañarnos acerca de la verdadera virtud. A veces pensamos que ésta consiste en ejercicios piadosos, escogidos a nuestro antojo, más que en la práctica de la humildad, de la abnegación, de la renunciación, de todo lo que no sea Dios. ¿Podríamos engañarnos tomando por modelo a Jesús crucificado? No, responde San Alfonso, no, porque ello nos llevaría con más eficacia a las virtudes que dan muerte a la naturaleza viciada. No nos detengamos en la dura corteza de la santidad; penetremos en la médula del amor propio, demos en él profundo cortes que, matando el egoísmo, preparen ancho lugar al amor divino.

El santo obispo de Ginebra aconsejaba insistentemente llevar siempre consigo el crucifijo, para besarlo frecuentemente llenos de amor; a inflamados del DESEO DE IMITAR a Jesús, decirle a menudo con cariño: "Jesús, amado de mi alma, permíteme que, como un ramo de mirra, te ponga sobre mi corazón. Mi BOCA, feliz con el beso de tus llagas, se privará en adelante de murmuraciones y palabras que pudieran disgustarte. -Mis OJOS, que contemplan tu sangre y lágrimas vertidas por mis pecados, no mirarán ya las vanidades del mundo ni cuanto me expone a ofenderte. Mis OÍDOS, atentos a las siete palabras llenas de consuelo que desde la cruz pronunciaste, no disfrutarán ya al oír vanas alabanzas; no encontrarán placer en conversaciones inútiles, ni en palabras que puedan herir al prójimo. -MI MENTE, después de haber estudiado con verdadera fruición el misterio de la cruz, no se detendrá en vanos pensamientos ni en imaginaciones peligrosas. -Mi VOLUNTAD, crucificada con el amor de Jesús crucificado, será caritativa con los prójimos. -Y por fin, nada tendrá entrada en mi corazón, ni podrá de él salir, sin el permiso de la santa cruz, que habré de trazar devotamente sobre mí, cuando me acueste, cuando me levante y en todas las angustias de la vida.

Propongámonos además renovar a los pies de Jesús crucificado y bajo la protección de María santísima:

  1. Las promesas del bautismo.
  2. Si somos sacerdotes o religiosos, las promesas del sacerdocio, o los votos de la profesión.
  3. Las resoluciones tomadas en los retiros mensuales, o durante los ejercicios espirituales del año.

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